cuan bella.
Llena de historias que mira y relata;
la mayoría, sueños que no la observan,
pero aun así
se viste de gala para aquellos, pocos,
que la admiran.
Yo observo, tranquilo, y recuerdo.
Y la gigante esfera,
luminosa y amarilla
me susurra en el oído, y me dice que me quiere.
Flores grises, nubes claras, luciérnagas intermitentes.
Haces de luz que nos marean
y les sonreimos.
Cálida compañía de quien te cubre con su escencia.
Color oscuro, que revela los espejos
y nos sumerge más en los lazos.
Amor que se respira,
melancolía que se escapa, y que nace
otra vez
desde el centro de mis nostalgias.
Humo color ceniza,
brillo ciego, opaco y lejano,
sombra púrpura bajo los ojos.
También las canciones de murmullos
llaman a la noche a quedarse
a vivir por siempre. Y la llaman bella.
Yo la acaricio, y sonrío
y le digo en su boca
que las estrellas me saben a azúcar.
Y ella me contesta...
Después, comienzo a cansarme
pero la noche ya me ha dado lo mejor de sí
y muere poco a poco, sonrosándose las montañas,
cuando la brisa nocturna suspira
satisfecha al saber
que hoy fue contemplada.
Torino, Italia
2004