Cuando queremos explicar algo que puede resultar complicado, es normal recurrir al ejemplo; la metáfora que ilustra lo que queremos decir. Pero es necesario encontrar un ejemplo que realmente se parezca a lo que queremos explicar, o de lo contrario puede resultar contraproducente.
El presidente López Obrador lleva todo su mandato comparándose y poniendo como ejemplo a personajes históricos para explicar su situación y sus decisiones. Su base electoral evidentemente no le cuestiona absolutamente nada, pero los que sí lo hacemos nos parece ridículo lo que dice. Se ha comparado con Madero, con Benito Juárez y recientemente con Jesucristo. Cualquiera que sepa de historia sabrá que ninguno de los casos con los que López se compara son adecuados, pero uno en particular me sorprende que no sea un escándalo: la comparación con Juárez, un presidente que se reeligió hasta su muerte. Para fortuna de López, la gente que lo apoya no conoce los detalles de la historia de esos personajes y quienes sí los conoce, los pasan por alto para no tener que criticarlo.

En primer lugar, no se puede jactar López de ser el progresista que dejó hablar a la prensa. Ese fue, aunque le pese a mucha gente, Fox. Él sí fue el primer presidente que soportó todo tipo de críticas de la prensa sin represalias. López ni por error es un vanguardista en ese aspecto, y menos cuando descalifica a quien sea que se atreva a criticarlo.
En segundo lugar, y más importante: pedir que no cuestionen a quién les “quitó el bozal” ¡es sí mismo poner un bozal! ¿Qué quiere López? ¿Que no le exijan explicaciones? ¿Que solo lo alaben? ¿Cómo es eso apoyar la libertad de prensa? Si estás a favor de la libertad de prensa no puede ser solo cuando te conviene lo que dicen. Sobre todo cuando los cuestionamientos son 100% legítimos.
Evidentemente el presidente deja mucho qué desear con sus declaraciones. Cuando tiene que defender corruptelas se excusa en que la ley lo permite, y cuando no le conviene dice que la moral debe de estar sobre la ley, y así siempre tiene una manera de excusar su actuar.
Pero el peor ejemplo de falta de claridad en sus ideas nos lo dio en un tuit donde recomendó leer una fábula de Esopo llamada "Las ranas pidiendo rey". La historia resumida va así:
Un grupo de ranas le pide a Zeus que les envíe un rey porque reconocen que no hay orden en su comunidad. Zeus les envía un tronco para que les sirva de rey. El tronco no hace absolutamente nada y las ranas se quejan con Zeus; quieren otro rey, uno más activo. Zeus entonces les envía una serpiente, que las devora y las elimina a todas.
La moraleja en la narración dice: Para elegir un gobernante es mejor que sea compasivo y honesto que uno corrupto y malvado, aunque sea emprendedor.
Después de leer la historia no estoy seguro qué es lo que López quería que entendiéramos. No recuerdo alguna otra fábula que me haya hecho sentir tanto desprecio. Con todo respeto a Esopo, en este ejemplo falló rotundamente. Sí, es mejor para las ranas tener un tronco que no hace nada a una serpiente que las engulla, pero comparar eso con un gobernante me parece absurdo. Un tronco inanimado no es compasivo ni honesto. Un tronco es el equivalente a nada. Y una serpiente no es emprendedora solo porque se puede mover; una serpiente es un depredador. Ninguno de los dos es "mejor", solo que uno es menos nocivo para las ranas.
Ahora, López no escribió esa fábula; él la leyó y decidió que era conveniente recomendarla, por lo que cabe cuestionar ¿con qué rey se identifica él? ¿Con el tronco que no hace absolutamente nada y que las ranas exigen cambiar porque les da igual tener un rey tronco que no tener rey? ¿O con la serpiente? Que llega con mucho dinamismo y demuestra que es activa (tal vez entablando juntas de trabajo a las 6 de la mañana) pero que lo que hace es eliminar por completo a la población de ranas.

Las fábulas pueden ser muy efectivas, si se utilizan adecuadamente. Cuando eres torpe, si tienes suerte, solo causarás confusión.