Llegue al SPA y me recibieron calurosamente. La chica que me había ofrecido el servicio era amiga de mi hermana y me reconoció porque le había mandado mi foto. Me habían ofrecido un tratamiento para la barba de cortesía; sinceramente yo no sabía a qué iba. Cuando me presentaron a los barberos y empezaron a hablar sobre el servicio que iban a ofrecer ahí y lo que conllevaba, me sentí muy contento de haber aceptado. Ya había ido a barberías antes, pero esta experiencia fue mucho mejor.
Cuando yo era chico mi papá me llevaba a la peluquería para cortarme el pelo. No era una "estética" como la llaman ahora. Era una peluquería donde quienes te cortaban el pelo eran mujeres. Mi papá me contaba que antes, las peluquería era donde estaba el peluquero: hombres que cortaban el pelo y rasuraban a los hombres. A la edad a la que recuerdo eso, ya eran un mito las barberías.
Y así crecí, yendo a peluquerías que una a una se iban cambiando el nombre a estética. Jamás conocí las barberías de los 70's, 60's y para atrás las décadas que se te ocurrieran, hasta que me fui a estudiar a Italia cuando estaba en la universidad. Allá nunca se fueron. Ibas a una peluquería, barbería, y el que te atendía era un señor, que sabía qué pedo.
Entonces cuando se pone de moda la barba hace ya algunos años (tanto que critico yo las modas) en realidad me agradó mucho empezar a ver que poco a poco abrían barberías en Monterrey. Cada vez encontrabas más lugares donde podías ir a que te afeitaran la barba y relajarte un ratito. Hoy ya es común. La barba recuperó su espacio. Es común encontrar en plazas y centros comerciales, y hasta en algunos lugares más escondidos, las barberías que te ofrecen un servicio para hombres.
He conocido al menos tres barberas. Todas agradables y con su estilo propio, pero esta barbería a la que me invitaron esta dentro de un SPA, lo que le da un aire más relajarte y ameno. El servicio no me descepcionó en absoluto. Primero me explicaron el proceso que se iba a seguir y de qué se trataba cada paso. El barbero que me atendió estuvo a la altura del lugar. Antes de empezar me preguntaron cómo quería mi barba afeitada, la forma y el largo. Me sentaron en una silla e hicieron el respaldo hacia atrás. Me cubrieron los ojos con una toalla y rasuraron la barba con la máquina. Después me pusieron una toalla caliente en la cara y la dejaron reposar. Presionaban mi cara frecuentemente, lo que hacía que se sintiera muy relajante. En cada proceso el barbero me preguntaba si me sentía bien y me explicaba lo que iba haciendo. Después aplicaron la espuma y afeitaron la barba con una navaja nueva. No me puedo quejar en absoluto del trato que me dieron. Retiraron la espuma con otra toalla y me pusieron otra vez la toalla caliente en la cara. Al final me aplicaron una crema orgánica en la cara para dar tratamiento también a la piel, y al retirarla me pusieron otra toalla en la cara, esta vez fría.
Al terminar regresaron el respaldo su posición original. Me vi en el espejo. Me dejaron una barba impecable, delineada. La cara se me veía limpia.
Me agradecieron haber asistido pero en realidad el agradecido era yo. Hicieron un trabajo de primera. Me despidieron en la entrada y me fui un poco apenado de que no hubiera pagado nada por el excelente trabajo que hicieron. Me fui pensando en lo bueno que es tener un espacio para nosotros los hombres. La estética no es ya un lugar al cual tenemos que asistir porque no hay más opción, sino una palabra que reclamamos los hombres, aceptando que también nos interesa.
Ah, el lugar donde me atendieron se llama O.SPA.SALON, en la plaza Meteopolitan, en San Pedro, Garza García.