por no dejar

 A unas horas de que termine el año, no quiero dejar pasar la oportunidad de escribir al menos un post en este blog que tengo muy descuidado. Quisiera tanto tener tres horas extra diarias para preparar pensamientos dignos de publicarse y con suerte también de leerse, pero para mi mala fortuna, el dia sigue teniendo solo 24.

Claramente temas para discutir no han faltado, por lo que solo le puedo echar la culpa a mi falta de tiempo y disciplina para escribir. Desde la pandemia (que coincide exactamente con las fechas en que nació mi primer hijo) simplemente no he tenido tiempo de sentarme a pensar qué escribir. Igualmente me afectan el exceso de trabajo y la falta de trabajo. El tiempo libre se me va en leer, hacer ejercicio, convivir con mi familia, y en redes sociales (un serio problema digno de discutir en el blog).

Este año quise escribir otro relato de mi semestre en Italia, por el 20 aniversario. Sinceramente creo que soy quien guarda con más cariño ese semestre de 2004; todos mis esfuerzos por conectar frecuentemente con mis amigos de Torino se ven prácticamente del todo ignorados. Este año quería tal vez enfocarme en la experiencia desde algún ángulo interesante para no ser tan repetitivo.

También se cumplieron tres años desde que me vine a vivir a Estados Unidos, y un recuento de mis vivencias aquí, sin poder ir a México, me resultaba necesario. Esta Navidad por fin pude ir a Monterrey y volver a manejar en esas calles fue un poco retador. Ya había olvidado esos topes enormes que a pesar de ser tan exagerados son ignorados por la gente. También me había desacostumbrado a los 'altos' opcionales y las calles angostas con carros estacionados en ambos lados. Pero a lo que nunca me desacostumbré fue a la comida que tanto extrañaba, ni a la reunion social con amigos y familia que sirve mucho de terapia.

Otro post que no retomé fue el de mi cumpleaños. Este año tocaba 21 y 42, un refrito del 17 y 34 que escribí para rememorar mi semestre de estudio en Irlanda y mi edad de entonces. En este caso sería mi edad en la que estudié en Italia.

Y en el caso de temas politicos, estar fuera de México me limitó un poco para hablar de las elecciones de allá, pero tenía una fuerte necesidad de escribir sobre mi impresión y sorpresa del fuerte apoyo popular de Morena. De igual manera mi gran sorpresa de ver el regreso de Trump, pero sobre todo del apoyo de muchos mexicanos de los que no logro entender su razonamiento. El asesinato del CEO de United Healthcare, y la absurda injerencia de Elon Musk en las elecciones de EEUU fueron otros temas que me moría por desenvolver.

Sobre estos asuntos entra también mucho el ateísmo que tanto respaldo y las ridículas defensas de la religión, sobre todo cuando se entromete en la políticas sociales. Nuevas personalidades en este ambiente a quienes he seguido, escuchado y con los que he estado de acuerdo y en desacuerdo. Todo con el fin de explicar mi posición al respecto, para ubicarme a mí mismo.

Por ultimo, los libros que lei. No leí tanto como en otros años, sin embargo tampoco fueron pocos. Y lei unas cuantas joyas que merecían su propio post.

Este 2024 fue un buen año, a pesar de los obstáculos.

Espero que 2025 sea mucho, mucho mejor. Tiene que serlo. Me siento más preparado que nunca, y mucho de eso se lo debo a este 2024.

Tantas ideas qué construir y deconstruir se quedaron en mi cabeza solamente, pero este blog me recuerda que tengo un compromiso conmigo.

Espero tal vez así se reviva este espacio que tanto tiempo usé para expresar mis ideas. 






Hace mucho tiempo, en un país lejano...


 ...sucedió que un muchacho de 21 años llegó a una ciudad desconocida, donde se hablaba una lengua que desconocía, para conocer a desconocidos que se convertirían en su familia por añadidura. Con entusiasmo abrió su alma a quien fuera que se encontrara, tratando de identificar con quién iba a valer la pena pasar los próximos seis meses en compañía. No fracasó en su intento. Bastó un mes para encontrar un grupo de personas afines a su personalidad y que no se hartaran o aburrieran de él. Conocería más en el trayecto, pero ese primer mes fue esencial para que lo ubicaran en el mapa, y él comenzar a conocer más íntimamente a cada uno.

Pero también sucedió, como siempre sucede, que después de un mes de mostrar su personalidad más espontánea, divertida, ocurrente y jovial, llegó un síndrome de abstinencia (el primero de dos que sufriría en su viaje), que llegó de golpe al darse cuenta que no tenía un amigo íntimo a quién contarle su fatiga emocional. Aunque en realidad sí lo tenía, se llamaba Jordi, fue su primer amigo allá, el problema era que en ese momento no le podía contar a Jordi el inconveniente por el que pasaba, porque el problema era que su novia estaba enfadada con Jordi, y no quería hacerlo sentir responsable. Por lo tanto decidió aventurarse con Raphael, un brasileño que le inspiraba confianza. Se arriesgó y conoció a su segundo amigo íntimo en esa ciudad. Así logró satisfacer una necesidad muy importante para este muchacho: hablar seriamente y de temas profundos con alguien. Ser divertido y agradable no era difícil; ser interesante, maduro e importante para alguien, ese es el reto, y era esa la meta. Y fue así como logro hacerse intimo amigo de Jordi y Rapha.

Pasado un segundo mes, gracias a Rapha, precisamente, el muchacho aprendió la lengua local. Cabe mencionar que fueron dos brasileños, Rapha y Virgilio, quienes más insistentemente presionaron al todos a acoplarse y hablar el italiano como lengua común entre el nuevo grupo de amigos. No se equivocaron. Orgullosamente éramos el único grupo de amigos que hablaba en italiano entre sí. Los grupos de amigos por lo general se conformaban por gente de la misma nacionalidad, y si no, por lo menos que hablaban el mismo idioma. Nosotros no; nuestro grupo de amigos lo conformaban personas de nueve países y se hablaban seis idiomas diferentes entre todos. Aunque había otro grupo parecido, ellos hablaban inglés, y por lo tanto eran inferiores (faltaba más).

Otro personaje que en un inicio parecía secundario, tomó protagonismo rápidamente. Y es que cuando vas a un lugar desconocido, tu primer contacto es alguien conocido. Por fortuna una de sus compañeras de universidad fue a estudiar al mismo lugar. Amigos ya eran, pero esa amistad se robusteció más de lo que el muchacho creyó, y el comienzo de una verdadera y larga amistad se dio allá, en Italia. Se volvieron íntimos. Y lo mejor es que esa amistad no se vería afectada por la distancia. Al menos no en los siguientes años. Milena fue otro regalo italiano. 






Pronto todos se tomarían confianza, platicando cómo se conocieron unos y otros, aceptándose entre sí al considerar que si ese le cae bien al que me cae bien, lo más probable es que me caiga bien a mí también. A veces celoso de sus amigos (que así era desde siempre), tenía que luchar contra su instinto de posesión; esa idea de querer ser siempre importante para tus amigos y esperar que te den la importancia que crees tener. Y a veces no eso no sucede. Tuvo que aprender a no tomar todo personal, pero no lo aprendería ahí, sería mucho tiempo después de regresar de su viaje, por lo que en ese capítulo de su vida sintió rechazo de uno de sus mejores amigos, y de nuevo se sintió decepcionado. Tuvo un momento de flaqueza, su segundo síndrome de abstinencia, y recordó con amargura lo que había sucedido hacía algunos años. Había ido a otro país, igual que como se encontraba ahora, y lo disfrutó inmensamente, razón por la que había llegado tan decidido a hacer buenos amigos en este nuevo viaje; pero luego de algunos meses de haber regresado a su país de origen, el vínculo entre sus personas favoritas de aquel lugar comenzó a desvanecerse hasta quedar en nada. Eso le llenó de pena, porque (como ya les conté) este muchacho era muy celoso de sus amigos y creía que si ellos eran tan importantes para él, debía lógicamente ser recíproco. Entonces le llegó ese mal recuerdo, estando en Italia, y creyó ver el futuro: una amistad totalmente olvidada, deshojándose en un rincón de la vida al que nadie pone atención. Y se sintió deprimido. Sintió que todo eso que estaba viviendo en ese momento no era más que una puesta en escena. Una ficción que desaparecería en el momento en que sus pies pisaran el avión que lo devolvería a su tierra natal.


Su compañero de cuarto, Virgilio, quien mostraba siempre una personalidad banal y fiestera, a veces mostraba empatía y madurez. En esa ocasión vio al muchacho triste y cabizbajo. Tal vez pareciera indiferente en el día a día, pero mostraba una preocupación genuina cuando su amigo no se veía bien. ¿Qué pasa? le preguntó. Sin querer relatar con detalles la razón de su abatimiento, el muchacho solo contestó 'esto no es real, esto que estamos viviendo es falso, la amistad, la alegría, todo es falso'. No es falso, contestó Virgilio. O tal vez sí es falso, así como una despedida de soltero es falsa. No es la vida real que vas a vivir, es una fiesta antes de volver a la realidad. Eso estamos viviendo, una despedida de soltero, y en las despedidas de soltero no desaprovechas oportunidades solo porque vas a regresar a tu vida normal. Así que quita esa cara y disfruta la despedida de soltero. Y eso hicimos.

Y sucedió (como siempre sucede) que dejando ir es cuando encuentras lo que buscas. Otro amigo se acopló al grupo, un belga. Hubo un momento de entendimiento, de reconocimiento entre ellos. Eso que sucede cuando en una platica te identificas completamente con otra persona y sientes una cercanía que no existía. De pronto un chiste se tornó en una conversación, y una canción nueva se tornó en un viaje a Génova para ir a un concierto. Y el muchacho se preguntaba dónde diablos había estado François todos esos meses que llevaban en Italia.

Pero no solo fue que dejando ir llegó una amistad, sino que esa amistad que creía dañada nunca lo estuvo. Lo aprendió ahí, en Torino, pero lo entendió a la perfección años después, meditando sobre sí mismo. (No todas las lecciones fueron aprendidas en el momento en que se vivieron... algunas tardaron en echar raíz. Pero la raíz era italiana). Jordi, el amigo del que se sintió abandonado, nunca lo hizo. Fue solo su percepción (su inmadurez). Al final, cuando volteó a ver el lienzo sobre el que dibujó Torino, estaban todos, con vivos colores, no faltaba ninguno. No se había ido uno para que pudiera llegar el otro. No faltaba nadie, no sobraba nadie. Cada quién tenía un peso especifico, pero no valía ninguno más que otro. Eramos ya familia.
Y de eso han pasado veinte años ya (veinte años y medio si queremos ser estrictos, porque esto lo termine el 2 de enero de 2025). No hay tantas etapas que recuerde tan frecuentemente como Torino. No hay gente tan lejana a la que piense con tanto cariño. Cada vez es más difícil seguir el rastro de esa familia italiana, a pesar de las facilidades tecnológicas. Debe ser la vida diaria que nos aleja y nos consume. Milena sigue cerca, a pesar de no vernos, las llamadas son frecuentes, y las visitas, muy esporádicas, mas no nulas. A Rapha todavía lo tengo en mi órbita de mensajes de texto y llamadas telefónicas. De los demás sé muy poco. La ultima vez que hablé con François debe haber sido hace doce o trece años. Pero Torino todavía vive en mi memoria. Leer libros en italiano y ver películas italianas me mantiene presente ahí, de cuando tenía 21 años. Promesas escritas en una libreta que todavía conservo, y sueño con cobrar algún día. 

Torino todavía vive en mí. Y en mis nostalgias me gusta pensar que yo vivo en un pequeño rincón de cada miembro de mi familia italiana.