En 2007 compré el DVD (no había BluRays todavía) de El Laberinto del Fauno, una de mis películas favoritas, y vi la versión con el comentario del director, Guillermo del Toro. En él habló de algo que me llamó la atención: en una escena, la protagonista de la historia huye de su padrastro, y en el laberinto, un muro de piedra se abre por sí solo para dejarla pasar al tiempo que se cierra de nuevo cuando llega su padrastro. En esa parte de la película Guillermo del Toro afirma que no hay una explicación para que eso sucediera fuera de la magia misma. En un mundo donde queremos que todo haga sentido y tenga una explicación, a veces nos olvidamos de disfrutar la fantasía.
Recientemente me enteré que J. K. Rolling, famosa escritora autora de Harry Potter, ha decidió explicar durante los últimos años las dudas que los fans tienen acerca del mundo de ficción de sus novelas. La obsesión es sorprendente; ha llegado a explicar como satisfacían los magos sus necesidades fisiológicas antes de que adoptaran los sanitarios en su vida cotidiana. Y las explicaciones obviamente no se limitan al universo de Harry Potter, en todas las sagas de ficción existen fans que quieren explicaciones a inconsistencias producto de circunstancias ajenas a la historia ficticia y piden respuestas a huecos en las tramas para las que los autores no tenían pensado profundizar.
Esto me lleva a reflexionar que a veces es válido y satisfactorio quedarnos con la explicación más simple: no hay explicación. Hay cosas que pasan “porque sí”. No es necesario saber absolutamente todos los mecanismos que hacen funcionar una historia de ficción, por la obvia razón que ese universo no existe.
Aceptar algo imposible como posible no tiene nada de malo si entendemos que la ficción en sí es imposible. Por ejemplo, querer que James Bond reaccione como una persona normal cuando cae en un lago de agua congelada es desperdiciar el momento de disfrutar de una película. ¿Por qué querríamos que James Bond sufriera una hipotermia que lo dejaría inmovilizado por horas al menos, si eso arruinaría el clímax de la escena? Casi siempre se necesitan libertades literarias para escribir una buena historia. Incluso las películas basadas en hechos reales distorsionan un poco la verdad para hacerla más atractiva al público.
Hay una línea delgada y borrosa entre la ficción ridícula y la medida adecuada de fantasía en una historia que hace que las inconsistencias pasen a un segundo plano y no nos interese si se apega estrictamente a la realidad o no. Aprender a dejar la fantasía en el mundo fantástico ayuda a disfrutar más ese momento en que no vivimos en el mundo real.
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