Es ridículo pedir un alto a la violencia utilizando la violencia. No se puede exigir un alto a la impunidad utilizando la impunidad. Eso es lo que concluyo después de escuchar a quienes defienden a las feministas que vandalizaron la ciudad de México en días pasados.
La manifestación de las mujeres es completamente legítima, no digo lo contrario. Lo que critiqué desde el principio (y no soy el único) es el daño a propiedad pública y privada para llamar la atención de las autoridades. Nadie niega que hay un problema grande de machismo en este país, pero eso no se va a solucionar con manifestaciones, sino con educación. Y no va a cambiar en un año ni en un sexenio; esto va a llevar décadas. La cultura (buena o mala) no se puede eliminar en el corto plazo. Se necesitan varias generaciones de educación y una marcha no hace diferencia en los lugares alejados, donde el problemas es más serio.
Pero de eso no se trata la marcha. Lo que realmente están pidiendo es que se termine con la impunidad que las autoridades le otorgan a los asesinos y violadores de mujeres; pero lo hacen exigiendo impunidad para poder hacer destrozos en la ciudad. Y no estoy comparando ambos delitos; sin duda un feminicidio o una violación hacen ver el vandalismo como un juego de niños, por más radical que este pueda ser, pero es impunidad al fin y al cabo, justo lo que exigen que no suceda.
Las manifestaciones generan más impacto cuando se llevan a cabo de manera inteligente. Sean agresivas o pacíficas, el objetivo debe de tener fundamentos y simbolismo. En Chile las feministas hicieron una coreografía y una canción que interpretaron en una plaza pública; el día de hoy esto se replicó en varios países; sin rayar ni un solo muro. ¿Cuál de los dos métodos habrá acaparado más reflectores? La respuesta es obvia.
Las mujeres mexicanas brillan por su inteligencia y por su esfuerzo. Me rehuso a pensar que el vandalismo sea su última propuesta para ser escuchadas. Estoy seguro que algo se les puede ocurrir para causar un mayor impacto que imitar estupideces dignas de fanáticos de fútbol.
Y yo no estoy en contra de que una manifestación tome medidas extremas, pero siempre tienen que ser llevadas a cabo con inteligencia para no desvirtuar el fin de estas. Si buscan justicia para las víctimas, ¿por qué no presentarse ante los jueces? Si buscan llamar la atención con violencia, ¿por qué no al menos dirigirla a quienes deberían escuchar sus demandas? Acaban de matar a una mujer que denunció sentir que corría riesgo su vida. El presunto responsable salió libre gracias a la decisión de dos jueces y un magistrado, ¿por qué no dirigir las protestas a esos personajes?
No se pueden negar los logros que han tenido estos movimientos. Las mujeres tienen mucho más poder de lo que tenían quienes vivieron hace 100 años. Hay mujeres ya en todos los niveles de gobierno: diputadas, senadoras, gobernadoras, jueces, ¿por qué no les dirigen la protesta a ellas? ¿Por qué no exigirles con nombre y apellido que se unan a su causa? Ellas sí pueden hacer algo. Y si piensan que eso no funciona, pediría que demostraran que el vandalismo tiene efectos positivos.
La discusión en redes sociales estuvo muy apasionada estos últimos días. Pero nunca fue sobre si tenían razón en manifestarse o no, sino sobre si la violencia era efectiva y necesaria. A cada reclamo sobre el uso de violencia llegaba la acusación “te importa más un monumento que una vida”. O el alegato “los monumentos se limpian, las víctimas no regresan”. Tuve que resistir las ganas de preguntar irónicamente si las víctimas ya habían resucitado después del vandalismo feminista. No quise echar más leña al fuego, pero esa fue mi reacción; no, no importa más un monumento que la vida de una mujer, sin embargo no tengo que elegir entre una y otra.
No puedo estar a favor de que vandalicen monumentos o edificios porque no veo la lógica en ello. Menos en los argumentos que usan para defender estos actos. Si me aseguraran que destrozar estatuas soluciona el problema, no dudaría en apoyarlo, pero no es así. En vez de demostrar lo que son capaces de destruir para ser escuchadas, yo preferiría demostrar lo que estoy dispuesto a construir para apoyar a las víctimas y ser ejemplo para la sociedad. Cuesta trabajo, y mucho. No es fácil, pero tampoco es fácil acabar con este problema tan profundo. Se requiere de mucho sacrificio y mucho más esfuerzo que el necesario para rayar muros.