Hoy escuché un comentario
de algún periodista, para mí desconocido, de los noticieros que
aparecen a ciertas horas en la radio de Monterrey. El comentario decía en
pocas palabras que ya 'esperamos' con ansias la salida de Felipe Calderón de la
presidencia, y que por fin se iba a terminar el calderonismo, y que
su gabinete se iría con él; que por fin se iba pero nos dejaba la casa
alborotada, llena de problemas y que, si bien faltaba poco, la espera iba a ser
larga porque ya era lo último. Me quedé reflexionando cuánta gente piensa
así aquí en México. Este sentimiento no es exclusivo de este comentarista que
no aportó absolutamente nada con su comentario; así piensa muchísima
gente que está o en contra del gobierno o simplemente harta de él, y, al igual
que este comentarista, no aportan nada para mejorar el país. Comparar a nuestro
país con una casa es muy acertado, pero decir que nos dejó la casa alborotada
como si, antes de que llegara Calderón, hubiera estado ordenada y arreglada, me
parece injusto, sin criterio y equivocado. La casa está alborotada desde hace
mucho tiempo, y si bien Calderón no la ordenó, yo podría decir que sí la limpió
un poco; no es suficiente, necesitamos limpiarla y ordenarla toda, pero
Calderón no es para nada el único responsable.
Siguiendo con el ejemplo de una casa
'alborotada', yo propondría imaginar que hubo alguien que dejó entrar
rateros y delincuentes a la casa que solo comían y bebían y estaban tirados
viendo la televisión, ocupando espacios sin dejar a nadie que los quitara de su
cómodo lugar. Ahí los dejaron todos los que vivían en esa casa sin decir nada;
primero era uno y luego fueron más hasta que ya era imposible que la
gente que trataba de mantener la casa limpia soportara tener a parásitos ahí, y
hubo alguien que intentó poner orden y obligar a los rateros y delincuentes a
ayudar para poder vivir todos mejor en la casa, pero estos, como tenían el
puesto más cómodo sin tener que mover un solo dedo, reaccionaron con violencia
porque sabían que los que trabajan no podían defenderse. Y hubo quien aprovechó
a su favor la presencia de los delincuentes y que, a cambio de privilegios, se
quejaron de quien quiso poner un orden, le echaron la culpa de
'alborotar la casa', le recriminaron que antes vivían en paz y con seguridad,
cuando en realidad no era así, esperando que dejara a los delincuentes
ocupar su cómodo lugar, y ellos seguir teniendo sus privilegios a costa de
todos los demás que vivían en esa casa.
Lo mismo veo cuando escucho que alguien
quiere echarle la culpa al presidente de violentar el país, como si los
carteles, los secuestros, los grupos armados hubieran aparecido con la llegada
del ejercito a las calles. Como si los Zetas, y todos los grupos
criminales que mantienen secuestrada nuestra tranquilidad hubieran iniciado sus
operaciones hace solo cinco años. Lo peor es que hay mucha gente (obviamente
gente que está metida en la política) que le apuesta a que al presidente le vaya
mal para poder después decir 'ya ves, él es peor que yo, por lo tanto te
conviene votar por mí'. En Monterrey, hace algunos años, salieron a la calle
gente encapuchada exigiendo el retiro del ejército. ¿A alguien le cabe duda que
esa gente fue enviada por el crimen organizado? Creo que no.
Entonces podríamos dudar también de los que se quejan de que el
ejercito esté combatiendo a los criminales, ya que nadie prefiere que sean los
criminales quienes tengan el control, porque a pesar de cualquier cosa, contra
los militares si nos podemos quejar. Los narcobloqueos en mi ciudad no se los
puedo reprochar al presidente, sino al alcalde de Monterrey y al gobernador de
Nuevo León, ya que ninguno de los dos respondió con prontitud. Los
delitos que se cometen en las ciudades como Monterrey son asesinatos, robo
de automóviles, asaltos, secuestros. Si las autoridades locales no evitan
esos delitos y no brindan seguridad, no es por culpa del presidente, y no es
por la guerra contra el narco, es por la ineptitud de los gobernantes locales.
Si el gobernador o el alcalde no da resultados en cuestiones de seguridad ¿le
vamos a reclamar a Calderón?
En México estamos acostumbrados a echarles
la culpa a los demás. Es un gran error que comentemos; no reconocemos que
nosotros mismos somos responsables de lo que sucede en nuestro país. Tenemos
que darnos cuenta que es culpa de todos que el crimen organizado tenga tanto
poder. Algunos tendremos más culpa que otros, algunos casi no tendremos nada de
culpa, pero me queda claro que para que los criminales lleguen a tener tanto
peso, no es por culpa de una sola persona, ni de un solo gobierno, sino que
muchos tienen poner de su parte para permitir que los criminales crecieran y
tuvo que pasar mucho tiempo para que se fueran haciendo de poder. Mientras no
nos demos cuenta de eso, y sigamos echándole la culpa únicamente al
presidente de la inseguridad en el país, no vamos a salir de ella.
Hay que reclamarle a cada quien lo que le corresponde. Si los presidentes y gobernadores
anteriores (y hablo de quienes nos gobernaron en los 80's y los 90's) dejaron
crecer a los criminales, no le echemos la culpa al presidente actual de que
ahora estemos pagando la factura. Si sabemos que los políticos roban dinero, y
los justificamos diciendo que todos son así, o que no ganan el sueldo de
alguien con esa responsabilidad y por eso pues no está tan mal, no podemos
quejarnos de la situación actual. Si no nos informamos y solo escuchamos las
respuestas cantinfleras de los políticos, no podemos quejarnos de que el país
esté como está. Es culpa de todos que México esté hundido en la inseguridad.
Pero el problema es que hay quien quiere mantenerlo así, y no somos
capaces de identificar a esos personajes y reclamarles que ellos
tienen más culpa por permitir que los crímenes se cometan para poder
culpar a quien gobierna, y en eso están metidos todos los políticos; le
apuestan a que le vaya mal al otro, cuando a los ciudadanos nos importa
poco de qué partido sea quien nos gobierne, mientras haga las cosas
bien.
Los criminales, los narcos, los
secuestradores, los delincuentes en general, deben estar muy contentos. Deben
estar muy contentos de que la gente se queje del ejercito en las calles; de que
le echen la culpa al presidente de la violencia en el país; de que estemos tan
polarizados, como sociedad; de que nos aventemos la culpa los unos a los otros
y no veamos que los delincuentes también culpan al presidente desde las
tribunas, y que hay gobernadores y autoridades que también
son delincuentes, y quieren que exijamos que nos dejen en paz, para
delinquir a gusto.