Del abucheo hacia López Obrador el sábado pasado en la inauguración del estadio de béisbol de los Diablos Rojos se pueden tomar varias posturas. Quienes lo apoyan incondicionalmente dicen que los abucheos fueron pagados; organizados por un grupo de detractores que nada tiene que ver con la realidad del pueblo. Sus opositores están más que contentos y lo toman como una victoria contra el presidente; hacen viral el video del abucheo y se congratulan por la "perdida de popularidad" de Lopez Obrador. Los que conocen cómo se comporta la gente en un evento como estos saben que es algo normal: los presidentes nunca tienen el apoyo total de la población y en eventos culturales, deportivos o de entretenimiento nunca es bien visto que vaya un político a presentarse como lo hizo AMLO. Siempre hay opositores al gobierno, y siempre hay personas inconformes; le pasó a Felipe Calderón, le pasó a Enrique Peña Nieto y era de esperarse que le pasara a AMLO.
Lo interesante a analizar en esta situación no es la falta de apoyo de un grupo de personas que asistió a un evento, sino la reacción del presidente ante lo que sucedió. El presidente llamó "porra fifí" a la gente que le gritaba y comenzó a dar un discurso político digno de una campaña presidencial en un evento deportivo. ¿Sorprende esto? Claro que no. Es AMLO siendo AMLO. No le gusta ir a lugares donde la gente no lo apoya; ya lo demostró al no ir a Puebla cuando falleció la gobernadora y al no ir a Aguascalientes porque no había "las condiciones de ánimo ciudadano". Pero justamente esto lo que el presidente no acaba de entender, a nadie le gusta un presidente en campaña electoral constante. Para quienes tienen la incertidumbre de que AMLO se pueda convertir en un dictador del estilo de Hugo Chávez esto solo justifica sus miedos. Que el presidente no permita ninguna critica fuera de sus adversarios es lo que lo convierte en un totalitario. No admite que pueda existir alguien que lo abucheé si no es conservador, fifí, neoliberal y mafia del poder. Pero se equivoca.
No todos los que votaron por AMLO son fervientes creyentes de sus discursos y sus políticas. El hartazgo hacia los últimos gobiernos dejó planchada la elección para que AMLO solo tuviera que volver a prometer lo de siempre, acabar con la corrupción, y ganara con amplia mayoría. Pero no deja de ser el presidente de la república al que como a los anteriores se le culpa de todo lo malo que suceda en el país. Al ningunear a la gente que lo abucheó López Obrador demuestra que se siente muy incómodo con las criticas. Para él solo los traidores a la patria tienen razón de quejarse por lo que no pierde oportunidad para dejar claro a sus seguidores que no le crean a nadie que se pronuncie en contra del gobierno. Y esto es lo que preocupa.
Lamentablemente sabemos que mucha gente no se interesa por la política y mucho menos por crear un razonamiento crítico imparcial. Preferimos escoger un bando y creer todo lo que nos digan. Basta ver las redes sociales o los debates entre amigos en una elección para darse cuenta que la mayoría de la gente defiende lo indefendible con tal de apoyar a "su candidato". Y que el presidente suscite este tipo de pensamientos es muy peligroso. Nunca había visto yo a un presidente en México que descalificar a quienes le reclamaran algo; menos dividir a la sociedad en los que están conmigo y los que están contra "nosotros". Está de más afirmar que esto es lo peligroso del nuevo gobierno. Quienes le temen no lo hacen sin razón.
Este gobierno tiene una línea muy clara: no aceptar la culpa ni la critica de lo que suceda en el país. Lamentablemente esto no es nuevo, y me llama la atención que es justamente lo que sucedía cuando el PRI tenía la hegemonía en el país. Preocupa que no solo el gobierno quiera hacer creer que no existen personas inconformes, sino que los mismos simpatizantes de AMLO se esfuercen por denostar a quienes osen oponerse a lo que haga o diga el gobierno, sea lo que sea. Siempre es bueno que una sociedad sea critica de sus gobernantes. Los presidentes siempre serán encarados por alguna parte de la sociedad, nada de esto es nuevo, no debería de sorprendernos. Querer justificar los descontentos de la gente no ayuda en nada mejorar el desempeño del gobierno, y además abona al clima de desconfianza que existe actualmente en el que nadie cree nada y todo lo que contradiga nuestra opinión se convierte automáticamente en fake news.
Si el gobierno afirma que los abucheos a los gobernadores son espontáneos y justificados, bien haría en aceptar los abucheos contra él y no descalificarlos o acusar que estuvieran pagados. Si sigue haciendo esto, que no se sorprenda cuando lo comparen con gobiernos como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba, porque es justamente lo que sucede en esos países.