Creo que todos estamos de acuerdo en que la última temporada de GoT fue un mugrero. Pero tengo que aceptar que el segundo episodio, el previo a la batalla de la noche larga es uno de mis favoritos de toda la serie. No es exageración. Todo lo que pasa en el capítulo me gustó. Y obviamente todo tiene que ver con que sabía (sabíamos) que era el episodio previo a la gran batalla contra los muertos que se libraría en el siguiente capítulo. Era la calma antes de la tormenta.
Estamos ante lo que puede ser la última noche en la vida de los personajes, y los vemos convivir de manera diferente entre ellos. Unos se acomodan en un salón frente al fuego y platican. Otros llevan a cabo sus tareas y obligaciones. Otros hacen el amor. Todos tienen momentos íntimos, y es eso lo que me atrae tanto del episodio, la intimidad que tenemos con los personajes que ya conocemos. Verlos reaccionar no en el peligro o la felicidad o la tristeza, sino en la calma, que saben que va a concluir dentro de poco, y ver cómo utilizan su tiempo. Hay cierta belleza en lo cotidiano. Como cuando pasas la noche con amigos frente a una fogata, hablando de todo y de nada. O las noches solitarias que se disfrutan porque es uno mismo el protagonista, solo con tus pensamientos. Cuando logras que esos momentos en los que no pasa nada sean interesantes eres un buen narrador de historias.
También existe un cómic, de los X-men, que me encanta. Se publicó en 1996, fue el numero 337 de The Uncanny X-Men, y es la primera publicación después del final de una saga que se llamó Onslaught, en el universo de Marvel. En la batalla final de esa saga murieron la mayoría de los personajes de Marvel. Fue un épico final y este cómic relataba lo que sucedió inmediatamente después a eso. Era la calma después de la tormenta. Yo tenía 13 años cuando leí ese cómic y desde esa primera vez me provocó una sensación de bienestar que no puedo describir fácilmente. Se muestra a los superhéroes en una mañana lluviosa, despertándose para desayunar. Es así de sencillo. Hacen referencia a lo que acaba de pasar, a algunos personajes que murieron, a la nueva situación en la que se encuentran... y conviven. Eso es todo. Pero por alguna razón me hablaba a mí.
Me gusta releer el cómic y volver a sentir que pudiera estar ahí. Sentir esa confianza con los personajes y con la situación. Ese momento de intimidad familiar. De pausa entre batallas. Un momento de descanso con el que nos podemos identificar.
No sé por qué pero me llaman mucho la atención esos episodios en las historias. Creo que son momentos diferentes en los que puedes conocer otro rostro de los personajes. En ambos ejemplos conocemos detalles de la vida de los participantes. En ambos ejemplos la historia no avanza mucho, simplemente nos revelan otra parte de las vidas que vamos siguiendo.
Los momentos de euforia, o de peligro o de triunfo son muy necesarios en los relatos, pero no son las únicas situaciones que nos pueden develar a un personaje; también los momentos de paz, de serenidad. Al fin la vida misma transcurre mucho tiempo en ese estado. No vivimos en peligro constante, o con la adrenalina al máximo todos los días. Es en la calma cuando se moldea nuestra personalidad. Es en la reflexión que desciframos quiénes somos, y aprendemos de las decisiones que tomamos cuando estuvimos en esas situaciones catalizadoras.
En la calma nos preparamos para un futuro inmediato. En calma reflexionamos sobre lo que acaba de pasar. Tal vez nunca escribimos sobre lo que sucede cuando estamos en paz, pero es cuando estamos en paz que escribimos sobre los episodios buenos o malos que nos marcaron.
Las historias con final feliz no terminan en caos. Nadie termina un relato en medio del cambio, en medio de la pelea o en medio de una carrera. Llega la calma y entonces podemos decir “fin”, mas no significa que ahí termina todo. Tal vez por eso me gustan los episodios de tranquilidad, porque se revela el interior de un personaje sin que algún factor externo lo obligue. Es el paisaje que se deja ver tal como es, después de la guerra. Con cicatrices, o limpio, o accidentado, pero en calma.