Dicen que cada quien cosecha lo que siembra, y es por eso que debemos estar
conscientes de cómo nuestras acciones puedan repercutirnos en el futuro. No
mientas, porque las mentiras te persiguen, tarde o temprano vienes pagando la
confianza que generas o desechas. Claro ejemplo de esto es nuestro actual
presidente Andrés Manuel López Obrador, quien durante los últimos 18 años se ha
dedicado a desprestigiar a sus oponentes y a generar discordia entre quienes lo
apoyan a él y quienes lo critican. Siendo jefe de gobierno de la Ciudad de
México no perdía oportunidad en criticar a Vicente Fox, entonces presidente de
la República. Cada tropiezo (y vaya que Fox tuvo incontables errores) eran un
deleite para AMLO que lo exhibía diariamente en sus conferencias matutinas
achacándole todo lo malo del país al presidente. Y así, durante la campaña
electoral del 2006, a diestra y siniestra en los sexenios de Felipe Calderón y
Enrique Peña Nieto acusó de vendida a la prensa, a Calderón de robar la
elección (cosa que nunca probó ni denunció oficialmente), descalificó a las
instituciones, llamó culpable de la desaparición de 43 estudiantes normalistas
a Peña Nieto y fundó su propio partido por estar en desacuerdo con el partido
que lo postuló dos veces a la presidencia, a quienes llamó corruptos. Incluso
en 2006 vimos cómo una chica que fue observadora de casilla por parte del PRD
(partido del que era candidato AMLO) fue acusada por el mismo López Obrador de
haberse vendido por haber afirmado que en su casilla no habían hecho fraude. La
chica, indignada, respondió que ella ni siquiera conocía a López Obrador y
había participado como observadora para dar certeza a la elección, que la
acusación era falsa y que exigía una disculpa de parte del candidato. Esta
disculpa, como era de esperarse, nunca llegó, así como tampoco llegó la prueba
de que la chica hubiera sido beneficiada por su declaración.
Y el problema de desprestigiar a quien no esté de tu
lado, de atacar a tus contrincantes polarizando a la población, y culpar a
todos de tus propias fallas, es que cuando suceden accidentes que nada tiene
que ver contigo, eres el principal sospechoso. Si has evidenciado tu obsesión
por quitar el poder a gobernadores contrarios a tu movimiento, ¿qué puedes
esperar que hagan tus enemigos cuando uno de estos muere en un accidente?
Cuando promueves que la gente no crea en la versión oficial del gobierno, eres
responsable de que no te crean cuando siendo gobierno ocurran eventualidades
sospechosas.
No me gustan las teorías de conspiración, de hecho me
molestan mucho. Una de las razones por las que me volví ateo fue porque no me
gusta creer en cosas que no tienen fundamento. Creer en las conspiraciones me
parece desgastante. Cuando he sido suspicaz con las explicaciones
recibidas es por la falta de información, por la omisión de datos o por la poco
clara evidencia mostrada. Mas no pretendo nunca saber una verdad que los demás
no conocen y nunca presumo tener pruebas que los demás no tienen, que
demostrarían que lo que nos dicen es mentira. Simplemente expongo mis dudas,
preguntas y aclaraciones omitidas en explicaciones que nos dan. Y entre más
evidentemente omitan información más crece mi suspicacia.
En el caso del accidente en el que murieron el senador
Rafael Moreno Valle y su esposa, la gobernadora de Puebla Martha Érika Alonso,
sobra decir que no creo ni tengo razón para creer que haya sido un asesinato
orquestado por el gobierno (ni por nadie). Lo que creo es que fue un accidente
como han sucedido otros en el pasado. No tengo ningún argumento para pensar que
hubo un complot para eliminarlos ni por parte del gobierno ni por parte de
alguien cercano a ellos que se pudiera beneficiar con su muerte. Y no creo que,
de no tratarse de un accidente, haya sido AMLO quien ordenó el atentado. Así
como tampoco creo que Peña Nieto haya ordenado la matanza de Ayotzinapa, ni que
Felipe Calderón tuviera algo que ver con los dos accidentes aéreos donde
perdieron la vida dos de sus secretarios de gobernación en funciones.
Hay muchas dudas que quedan en este tipo de accidentes y
que la gente siempre va a aprovechar para señalar falsas culpas hacia personas
que al final no pueden comprobar y por lo tanto quedan siempre en posibles
causas. Por eso mismo insisto en el peligro de acusar sin probar confiando en la
mala reputación de una persona. Se pueden suponer muchas malas acciones de los
políticos, lo que no significa que sea cierto. No importa que AMLO sea capaz de
asesinar a alguien, eso no es prueba de que lo hizo. No importa que Felipe
Calderón fuera capaz de organizar un fraude electoral, eso no significa que lo
hizo. No importa la reputación de los políticos, es muy peligroso acusarlos sin
tener ni siquiera una prueba confiable. Y no quiero decir que si no hay una
investigación formal y un juicio no se pueda determinar si algo es cierto o no,
simplemente se trata de tener un criterio más educado antes de creer en
cualquier cosa; sobre todo si sabemos que tenemos prejuicios de las personas.
También tengo que decir que me molestan mucho las
declaraciones de todos los twiteros a favor y en contra de la teoría de
conspiración, y en especial las personas que están en contra de AMLO que lo
acusan de asesino sin ninguna prueba. Pero también me queda claro que
AMLO se benefició
muchísimo de promover la desconfianza en el gobierno, y ahora mucha gente
se lo está cobrando. Y el hecho de que haya peleado tan firmemente en contra de
la elección en Puebla donde su candidato quedó en un cercano segundo lugar, y
la acusación de fraude, no ayudan en nada a quien quiera defender su inocencia.
Las acusaciones sin pruebas y el ataque agresivo a las
personas únicamente profundizan la polarización de la sociedad. Las personas
reaccionan a sus sentimientos (o intereses) y no a las evidencias. Si está en
contra de AMLO, no pierde tiempo en lanzar acusaciones, si es partidario del
presidente, piden pruebas inobjetables y etiquetan de ridículos los
señalamientos. Otros cuántos de estos últimos no pierden tiempo en señalar que,
aunque no le desean la muerte a nadie, el senador y la gobernadora lo tenían
bien merecido, o que fue el karma quien les cobró factura, o que simplemente no
dejan de ser unos criminales corruptos. Y todo esto solo evidencia el bajo
nivel del debate que estamos entablando.
Fue este año que volví a utilizar twitter activamente. A
pesar de que ya sabía de los usuarios falsos, las personas que apoyan a quien
sea por dinero o hueso, y de los fanáticos obsesionados que no escuchan razones
lógicas, como quiera me sorprendí por la manera en que la gente se expresa por
este medio. Como no conocía a muchos tuiteros, fui escogiendo las opiniones que
me parecían más atinadas e imparciales; opiniones críticas y educadas. Evité
seguir a personajes con opiniones unilaterales (fuera de políticos e
informadores que sigo por estar enterado de lo que dicen) o que solo comparten
información sin verificar si es real o no. Es muy frustrante darse cuenta que
personas que parecían objetivas y serias sean exactamente iguales que las
personas a las que critican. No hay diferencia entre la ceguera de los fans de
AMLO y la ceguera de sus detractores. Parece que repiten mantras, adoctrinados
por sus propios prejuicios, y buscan quién esté de acuerdo con ellos para
sentir que tienen la razón.
Repito, la razón por la que dejé de creer en dios y la
religión es justamente que le temen a la confrontación de ideas: es pecado
dudar, cuestionar, sospechar. La religión es lenta para identificar sus errores
y aun más lenta para redimirlos. Mi decisión fue la de tratar de ser objetivo
al buscar la verdad; cuestionar todo lo que me digan; aceptar que se puede
estar equivocado y que más vale reconocer el error que tratar de defenderlo.
Tener tendencias, ideologías y prejuicios no nos impide ser objetivos cuando
recibimos información nueva. No importa cuánto queramos creer en AMLO, si lo
que dice contradice a todas luces lo que hace ¿por qué defenderlo? Si no nos
gustan las ideas de AMLO y creemos que lo que plantea está equivocado ¿qué nos
impide aceptar sus aciertos? No tenemos que estar de acuerdo con él para
aceptar que ha tomado buenas acciones que el anterior presidente no se atrevió
ni a plantear como posibilidad. No tenemos que ser opositores para reclamar las
tonterías que ha dicho y hecho. No tenemos que exagerar los aciertos ni los
fracasos. Eso dejémoselo a los políticos, los únicos payasos que sí ganan
dinero por apoyar o criticar a uno u otro gobernante. A nosotros eso no nos
conviene, y cuando los políticos se dan cuenta que las personas no los apoyan
incondicionalmente mejoran su desempeño. Mientras, solo utilizan para su
beneficio a esos que incondicionalmente les dan su voto de confianza, y todos
perdemos.
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