Mi de vez en cuando




Cuando tenía 17 años fui a estudiar a Irlanda siete meses. Estando allá llevé un diario por primera vez en mi vida; quería recordar todo mi viaje de estudios, y me funcionó muy bien. Me gusta recordar los momentos especiales, sobre todo las experiencias que me marcan, en las que aprendo.

Cuando regresé a Monterrey, en verano del año 2000, tuve que conectar mi vuelo en Paris y estuve esperando en el aeropuerto mucho tiempo, entonces decidí pasear por las tiendas. Había una tienda con puros accesorios de El Principito (mi libro favorito) y me quedé ahí un buen rato escogiendo qué comprar. Al final escogí solo una libreta de pasta dura que en la portada tenia un dibujo de El Principito, y decidí que ahí iba a escribir mi diario de ahora en adelante. Ese mismo día escribí que estaba en el aeropuerto a punto de abordar un avión que me llevaría de regreso a mi continente, y luego a mi país, después de siete meses de estar fuera. Pensé que era una buena manera de empezar mi diario.

Cuando llegué a Monterrey me di cuenta que no era lo mismo escribir lo que pasaba en casa a lo que pasaba en Irlanda, que todos los días había algo que contar. Me di cuenta que mi diario sería aburrido si escribía, valga la redundancia, diario. Y aparte cuando quisiera releer mis anécdotas, serian tantas las hojas escritas que no encontraría una en especifico (eso sucedió con mi diario de Irlanda). Por lo tanto, me propuse sólo escribir ideas o aprendizajes importantes. Escribiría mi forma de pensar, y algunas anécdotas que me marcaran, para poder tener registro de los eventos que me hacen pensar como pienso.

Por esa razón no escribiría todos los días. Y si no escribía todos los días, no podía llamar diario a mi libreta. O más bien no lo quería llamar diario, ya que no hacía honor a su nombre. Pero ¿qué nombre ponerle a una libreta? Nunca me ha gustado personificar objetos llamándolos por un nombre humano. No me gusta llamar a mi carro “Beto” o a mi laptop “Robotina”. Mi carro es mi carro y mi lap top es mi lap top (aunque mis amigos llaman a mi camioneta “la Raviosa” por ser una Rav-4; ese nombre sí lo tolero). Por un momento pensé en llamar a mi libreta simplemente “mi libreta del Principito”, y describirla como la libreta en la que escribo de vez en cuando; y fue ahí donde escogí el nombre para mi libreta: “de vez en cuando”.

Desde entonces cuando le explico a la gente que me gusta escribir, me refiero a mi libretita de notas como mi “de vez en cuando”. Me preguntan que porque la llamo así, y yo explico: bueno, hay gente tiene un diario, y escribe en él a diario, pero yo no, yo escribo de vez en cuando, por lo tanto es mi “de vez en cuando”.

Y es eso, lo que escribo en mi de vez en cuando, lo que estaré escribiendo aquí. Son sólo pensamientos míos (algunos no son tan originales) que me gusta recordar. Los temas son variados, y pueden no interesarle a mucha gente. La verdad es que esto lo hago para mí. Si a alguien le gusta, qué bueno, es una satisfacción también, pero no espero nada con esto.

Espero que quien lo lea pueda identificarse en algo, y ojalá dejen comentarios para decirme si les gusta o no, o qué le falta o qué le sobra. Y así como en mi libreta de El Principito, sólo estaré escribiendo aquí de vez en cuando.

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