La maratón de Boston de 1967

A raíz de lo sucedido en el maratón de Boston hace algunos días, me entero de otro suceso en ese mismo maratón pero en 1967. El suceso, a pesar de ser negativo inicialmente (aunque ni remotamente cercano a lo trágico de las bombas que explotaron el 15 de Abril), resultó ser muy positiva su consecuencia. 

En ese año de 1967 la carrera de maratón era exclusiva para hombres, como había sido desde 1896, en las primeras Olimpiadas modernas. No puedo entender por qué no dejarían a las mujeres correr carreras como esa, supongo que había muchos paradigmas e ideas equivocadas en la cultura mundial (al parecer se creía que hacer ejercicio afectaba  alas mujeres en su capacidad reproductiva y en su feminismo), pero el hecho era ese, estaba prohibido que las mujeres corrieran la maratón. Pero en esa carrera de Boston, una mujer, Kathrine Switzer de 20 años en ese entonces, se atrevió a inscribirse a la carrera y correrla. Utilizó sus iniciales, K. V. Switzer, para que no supieran que era mujer; nadie lo notó y obtuvo su numero. Ella quería demostrar que las mujeres podían correr maratones y que no había nada de malo en ello. El día de la carrera, portando su numero 261, fue a la linea de salida rodeada de puros hombre y nadie la detuvo ni la delató. Fue hasta la segunda milla cuando uno de los jueces se dio cuenta que había una mujer corriendo y se volcó sobre ella para sacarla. "Get the hell out of my race and give me those numbers!" (¡Sal de mi carrera y dame esos números!) le gritó el juez empujándola en un inicio y jalándola después. En ese momento los hombres que estaban corriendo con ella, incluidos su novio y su entrenador, la defendieron para impedir que la sacaran. El novio de Switzer, Tom Miller, un jugador de football americano empujó fuertemente al juez y lo mandó volando a un lado, y Kathrine Switzer terminó la carrera. 

Su tiempo fue de 4 horas y 20 minutos, pero lo que logró Kathrine ese día fue algo insuperable. Cinco años después, luego de un trabajo de persuasión importante, la Asociación Atlética de Boston permitió por primera vez que mujeres corrieran en la carrera de maratón. Diecisiete años después  en 1984, en las Olimpiadas de Los Ángeles, fue la primera vez que se incluyó esta competencia para mujeres en los juegos olímpicos.

En una entrevista que le hicieron a Katrhine Switzer en 2008 le pedían su opinión sobre el hecho de que, a pesar de lo sucedido en la carrera de Boston, se habían tardado casi 20 años en incluir la prueba de maratón para mujeres en las olimpiadas, ella mencionaba que había aprendido a sacar lo positivo de las situaciones negativas; así como lo sucedido en la carrera, el infortunado evento que le pudo haber sacado lo peor de ella y pudo haber salido indignada y enojada de la carrera, y sin embargo decidió terminar y demostrar que podía completar una maratón, de la misma manera veía la otra situación, en vez de enfocarse en la tardanza de aceptar a las mujeres en la carrera, resaltaba más bien el logro de que después de 17 años se hubiera cambiado la inflexible visión del comité olímpico que tardaba mucho en adoptar nuevas posturas. Esto es algo muy interesante, ya que resalta de la misma manera que si se hubiera enfocado en la frustración de no poder lograr que el comité olímpico incluyera a las mujeres, hubieran tardado muchísimo más en que esto sucediera. 

Creo que esta historia nos deja muchas enseñanzas: desde la valentía de Kathrine Switzer, a la solidaridad de aquellos hombres que participaban en la carrera y la defendieron, a la reflexión sobre la intolerancia absurda y la discriminación injustificada. Ahora, 46 años después, otro evento muchísimo peor, mancha esta carrera tan famosa; al parecer es otra reacción de intolerancia y fanatismo. Espero que no se quede solo en lo negativo y podamos aprender a ser más considerados con los demás, y rechazar lo que resulta de la ignorancia humana.

El Principito, 70° aniversario

El día de mañana, el libro de "El Principito" cumple 70 años (originalmente publicado en Estados Unidos, el 6 de Abril de 1943 con el titulo de The Little Prince). Tanto para mí como para los millones de personas que encontramos en esta historia un espacio de reflexión y aprendizaje, este acontecimiento nos emociona. En el septuagésimo aniversario de este libro tan importante para mí, quiero dedicarle una entrada como tributo.

La historia del aviador que, al haber tenido una avería su avión, se encuentra con un muchachito en medio del desierto, no ha pasado de moda y no lo hará por muchísimo tiempo. Este cuento para niños, adolescentes y adultos de todas las edades puede ser leído una y otra vez y nunca dejará de sorprendernos. Tiene mil significados que cambian con las experiencias de cada persona en cada momento de su vida. Antoine de Saint-Exupéry, en sus diferentes libros, examina las reacciones y personalidades de las personas, enfocándose en actitudes muy positivas. En este libro, que fue su obra más importante por mucho, hace una reflexión sobre las muchas situaciones en las que nos podemos ver involucrados los seres humanos, incluidos los sentimientos más profundos y valores como el amor, el egoísmo, la soledad, la esperanza, la fe, la amistad, la duda... El viaje de el Principito a la Tierra, desde su asteroide B-612, su exploración, en busca de los hombres, su amistad con el zorro y los diferentes personajes con los que se encuentra antes de conocer al narrador de la obra nos da un telón de fondo para entender por qué cuando llega con el piloto lo primero que pide es que le dibuje un cordero. Todas las incógnitas que envuelven al pequeño personaje que solo pregunta y pregunta nos van obligando a cuestionarnos nosotros mismos quién es ese niño, por qué quiere lo que quiere, y al mismo tiempo aplicamos eso a nuestras propias vidas y maneras de pensar. Lo más interesante es que las preguntas no quedan respondidas en su totalidad, dándonos margen para reflexionar e inventar nuestras propias respuestas.

Basado este cuento en la propia experiencia de Saint-Exupéry en 1935 cuando una avería lo dejó detenido solo en el desierto de Sahara, nos hace pensar sobre la capacidad del autor de traducir sus propias emociones a una parábola que todos los lectores puedan tomar como suya. Esas experiencias personales tan abstractas son las que nos ayudan a identificarnos una y otra vez con los personajes y situaciones de un cuento tan simple. 

Antes de encontrar en el 2003 los restos del avión de Antoine de Saint-Exupéry, y pruebas del derribo de su nave en 1944, su inexplicable desaparición parecía un bello epílogo para su cuento. Al igual que el Principito, había desaparecido sin saber exactamente a donde había ido. Bien podía haberse escrito que él mismo había volado hasta el asteroide B-612 para encontrarse con su amigo. 

Por esta razón el libro ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos: cuando estudié en Italia me di cuenta de que por cada dialecto que hay en los diferentes países europeos, puedes encontrar un libro de 'El Principito'. Recientemente, en el 2012, se tradujo este libro al otomí. Yo estoy feliz por este hecho ya que me da gusto saber que más gente va a poder tener acceso a este maravilloso documento que nos hace reflexionar sobre nosotros mismos. 

Desde la dedicatoria (a León Werth cuando era niño), hasta el final inconcluso, este libro me ha llenado el alma con emociones indescriptibles, y es por eso que siempre recomiendo leerlo: porque no puedo explicar lo que significa, se tiene que entender por uno mismo.