"La verdad sobre el caso Harry Quebert" - reseña

Empezando el 2014. Terminé hoy una novela que no pude soltar durante 16 días que me tardé en leerlo. La verdad sobre el caso de Harry Quebert, de Joel Dicker, me gustó mucho por varias razones. Lo disfruté bastante sobre todo porque el autor habla sobre la escritura literaria. El personaje principal es un escritor que, antes de cada capítulo, comparte las lecciones que le dio su mentor, otro escritor (Harry Quebert) sobre cómo se debe de escribir un libro. Esto para mí de entrada ya es atrayente por mi gusto por la escritura, pero aparte de eso, los personajes que se desenvuelven a través de la historia son muy interesantes: no hay personajes planos ni unilaterales, y algunos son muy complicados. Los giros que da la historia son muy creíbles, te enganchan de inmediato. Hasta el final te quedas pegado al libro.

La verdad sobre el caso Harry Quebert trata sobre un escritor, Marcus Goldman, que ha ganado fama internacional con su primer libro, y que se ve envuelto, en el 2008, en la investigación de un asesinato sucedido en 1975. El principal sospechoso es su profesor y mentor, Harry Quebert, quien en 1975 publicó un libro por el que se hizo famoso, basado en su relación, hasta el 2008 desconocida, con Nola, la chica asesinada meses después de conocer al escritor.

Marcus es un escritor de 30 años que dos años antes publicó su primer libro y fue un éxito inmediato. Después de eso, no logra escribir nada durante 2 años, que es cuando regresa a visitar a su profesor de la universidad para pedirle consejos y tratar de inspirarse, ya que la editorial con la que tiene contrato lo está presionando mucho. Días después de su reencuentro, el profesor llama a Marcus desde la cárcel, donde está detenido por ser acusado de matar a Nola Kellergar, cuyo cuerpo fue encontrado enterrado en su jardín. A partir de entonces el autor nos cuenta la historia a dos tiempos: lo que sucede en el 2008 con la investigación reabierta del caso, y lo que sucedió en 1975, cuando desapareció la chica sin dejar rastro. Poco a poco vamos enterándonos de las vidas de los habitantes de Aurora, New Hampshire, un pueblito muy tranquilo donde todo mundo se conoce y no hay muchas novedades, que es donde sucede todo el enredo. A medida que el relato avanza empezamos a sospechar de los personajes que nos vamos enterando que estuvieron involucrados en mayor o menor medida en la desaparición de Nola Kellergar. Recuerdos de cada uno de los personajes nos van desvelando un pasado sombrío de la familia Kellergar, de Harry Quebert y de los personajes con los que interactúan.

Las decisiones que toman los personajes no son del tipo blanco o negro, sino la escala de grises que hacen a los sucesos más interesantes y reales. En realidad no se sabe sino hasta veinte páginas antes de terminar la novela (de 660 paginas) lo que en realidad sucedió con la chica, y antes de eso los relatos que se cuentan son importantes para entender cómo y por qué sucedió. El misterio no llega a ser agotador, y el interés por el 'qué va a pasar' no se pierde. El autor no deja cabos sueltos.


Lo que más me llamó la atención personalmente es que en el último capitulo, Harry Quebert le dice a Marcus que son 31 consejos los que le dio acerca de cómo escribir un libro, y que el numero 31 también corresponde a una edad, una edad importante en la que uno se convierte en hombre... o no. Y como el mes pasado cumplí 31 años, me llama muchísimo la atención que haya leído este libro ahora.

Le di a este libro un 10 de 10. No es que sea mi libro favorito, pero sí uno de los que más me han gustado, por muchas razones. Lo recomiendo ampliamente. Hace algunos meses critiqué el libro 'La Sombra del Viento' y hubo quien no estuvo de acuerdo con mi critica. Ahora puedo decir que justamente en lo que falló 'La Sombra del Viento', acertó Joel Dicker en 'La verdad sobre el caso Harry Quebert'; me parece bueno comparar estos dos libros, son el ejemplo de lo que busco y lo que no busco en una novela.


Vacaciones, año nuevo y nieve artificial

Después de dos años sin salir de vacaciones (y hablo de vacaciones en serio, no de fines de semana en la playa, como ya se me había hecho costumbre) el 27 de diciembre del año pasado me fui con 5 amigos a Ruidoso, Nuevo Mexico, a esquiar. Viajamos un día completo sin parar y llegamos el sábado 28 a instalarnos en la cabaña que habíamos rentado hacía algunas semanas. Al siguiente día fuimos a rentar los esquíes y las tablas de snowboard para irnos directo a la montaña y pasar 5 días deslizándonos en las pistas del Ski Apache resort.
Lo que más me gustó de estar allá fue desconectarme. No leí y por ende no contesté ningún correo. Apenas tuvimos tiempo de revisar el Facebook porque en la cabaña no había internet. Me comuniqué con mi mamá solo para avisarle que ya había llegado; la siguiente vez que me metí al whatsapp fue en año nuevo, solo para desearle a varias personas mis mejores deseos. Por el resto del viaje me la pasé platicando con mis amigos, leyendo un libro que me llevé y escuchando música.
Mi amigo Daniel fue el que organizó el viaje, pero aparte de él sólo conocía a Pacheco, otro amigo. A los otros tres participantes no los conocía nada, y a decir verdad tenía un poco de miedo de no encajar con ninguno y tener que aguantarme algunos días sin querer socializar. Pero ese no fue el caso en absoluto. Mario (el que nos prestó la camioneta), Puki y Roger, fueron excelentes elementos para que estas vacaciones fueran muy agradables. Mario en primer lugar manejó más de 12 horas (nos tardamos 6 horas en cruzar la frontera, 3 para pasar el puente y 3 para pedir el permiso). Aparte de eso, cocinó casi todas las noches, y las pláticas, ni se diga, no se cayó en todo el viaje y pude platicar unas 3 veces con él a solas; es una persona interesante. Luego está Puki, con quien hice equipo desde el principio: nos tocó irnos en los asientos traseros de la camioneta casi todo el camino de ida, aparte él era el único que esquiaba aparte de mí, los demás agarraron la tabla de snowboard, y por lo tanto, el primero y segundo día fuimos solo él y yo a conocer y bajar las pistas de la montaña. A pesar de ser mas chico que yo, fue con el que más me identifiqué y conviví (ah, aparte la cabaña solo tenía tres cuartos y nos tocó dormir en el mismo, sin joterías, aclaro). Por último conocí a Roger, una enciclopedia deportiva que aparte habla y te da notas polémicas. Otro peladazo. Él, desafortunadamente batalló mucho para agarrale la onda a la tabla de snowboard, y por lo tanto convivimos menos a la hora de esquiar cada día. Pero al llegar al bar del Ski Apache y después de ahí en la cabaña, estuvimos platicando muchísimo, sobre todo de football americano, de la NFL y claro, de anécdotas divertidas de cada uno.
Fue un equipo perfecto. Hicimos mancuerna en muchas cosas y nadie se desafanó del grupo. Todos conocíamos a dos personas antes de llegar a Ruidoso (menos Daniel, que nos conocía a todos) pero para el segundo día de viajar en carretera ya parecía que nos conocíamos desde antes.
Festejamos el cumpleaños de Pacheco en la cabaña, y en un restaurante donde le dieron un shot raro. Pasamos el año nuevo en el casino, donde Mario le enseño a jugar a los dados a Puki, y Keka (Daniel) ganó como 100 dólares en el Black Jack (no somos tan apostadores, es solo por diversión). Pero lo más divertido obviamente fue la esquiada. Aún con la poca nieve que nos tocó en la montaña, y la nieve artificial que más bien es hielo, lo divertido de subir en el lift, bajar por veredas llenas de gente principiante, y caernos, y grabar los saltos en rampas es lo que hizo que el viaje fuera diferente y rompiera la rutina.
Me olvidé de todos los pendientes que tengo, eso es lo que me gustó de irme toda la semana. Incluso un día me metí al jacuzzi y nadie me quiso acompañar, por lo tanto estuve al menos una hora solo, pensando y relajándome. Qué buen inicio de año. Espero que el próximo se vuelva a hacer.
Pronto haré el video del recuerdo de este viaje. Ya lo publicaré aquí cuando lo tenga.
Feliz año 2014.