El niño ateo



Normalmente cuando alguien me pregunta desde cuando soy ateo contesto que desde los 26 años. Esto es en parte cierto, pero en realidad es una respuesta muy simplificada. Fui católico  creyente durante muchos años, siempre tratando de entender más sobre Dios, la religión, los mandamientos de la Iglesia Católica, el pecado, el cielo y el infierno. Traté de entender la Biblia y tenía una filosofía personal muy amplia, y cada duda que me venía la resolvía meditando en ella o preguntando a algún sacerdote o seminarista. Para la edad de 18 años yo estaba convencido al 100% de la existencia de Dios y de lo que me habían enseñado desde chico. ¿Cómo fue, pues, que la duda le ganó a la fe?

En primer lugar tengo que decir que el proceso fue gradual. No me desperté un día sabiendo que Dios no existía. No tuve una revelación inmediata ni hubo algún evento que derrumbara por completo mis convicciones. Gradualmente fui cuestionando más y más temas (como siempre había hecho) hasta que llegó un día en el que decidí dudar. Hubo muchas preguntas cuyas respuestas jamás me dejaron satisfecho. Cuando tenía 24 o 25 años tuve una plática muy interesante con un sacerdote sobre la razón de que las relaciones premaritales fueran pecado. Discutimos y discutimos con argumentos razonables y al final me dijo "creo que desde ese punto de vista, no es pecado tener relaciones antes del matrimonio". Tengo que agradecer a ese sacerdote, de quien no recuerdo el nombre, por haberme escuchado, por haberme entendido y por haber cambiado su opinión aceptando que aquello que yo decía hacía sentido y tenía todo el derecho de creerlo. Esa discusión abrió una pequeña puerta para continuar cuestionando y dudando. Pronto me di cuenta de que muchas enseñanzas en la religión eran ilógicas, y me rehusaba a creerlas porque me parecían igual de ridículas que las creencias de otras religiones que le parecen ridículas a los católicos. Por ejemplo la creencia de que Dios es uno y tres a la vez. O la creencia de que Dios sabe todo, puede todo, pero permite tanto mal en el mundo. Que Dios existe desde toda la eternidad. Que un pedazo de pan se convierte en tu dios y lo consumes cada domingo, solo si estás confesado porque si no es un pecado aún mayor (lo que quiere decir que antes de consumir al Dios todopoderoso en el que crees, que es el bien supremo y que es la vida eterna, tienes que decirle a otra persona, calificada, las cosas malas que has hecho para que te conceda el perdón de Dios todopoderoso y eterno, y ahora si puedes ir a comer el pan que es Dios todopoderoso y eterno). Cuando le dices a alguien que no conoce la religión católica lo que crees, suena muy tonto.  

Entonces cuando vi que había muchos huecos y contradicciones en la misma religión que un Dios todopoderoso y eterno nos había enseñado, dejé de creer que Dios realmente era todopoderoso. Y así permití que la razón fuera la que predominara al momento de escoger las creencias que influenciaran las decisiones de mi vida. Dejé de justificar acciones incoherentes por darle gusto a un Dios que predicaba diferentes posturas a diferentes poblaciones. 

En un inicio no fui abiertamente ateo. Comencé dejando de darle importancia a lo
que no  me convencía dentro de la religión. En el año 2000 estuve de vacaciones en Roma, y en la Basílica de San Pedro en el Vaticano habían abierto la puerta santa, que se abre cada 25 años, y te decían que si estabas confesado y pasabas por esa puerta obtenías automáticamente indulgencia plenaria. La indulgencia plenaria, según me explicaron en el catecismo, es la eliminación absoluta de la penitencia adquirida por cometer un pecado; para ejemplificarlo, te decían que cometer un pecado era como clavar un clavo en una tabla de madera, y la confesión era como quitar el clavo de esa tabla, pero al quitar el clavo queda un agujero que no se puede eliminar, la indulgencia plenaria quita ese agujero. Así que yo, por haber pasado por esa puerta física en un templo, había librado muchas penas que había adquirido por mis pecados. Eso justamente fue lo primero que dejé de creer; así como concederle al papa sabiduría únicamente por ser el papa. La Iglesia y sus enseñanzas fueron las primeras víctimas de mi escepticismo. Las ridículas reglas que te exigen seguir para ser parte de su comunidad me dejaron de importar. Y así empecé a cuestionar no solo la religión sino todo aquello que no tenía sustento. Si no me podían explicar sus razones de manera lógica, no les creería nada. Se acabó eso de “Dios trabaja de maneras misteriosas”, o dejaba Dios de ser misterioso o le quitaba sus títulos de grandeza. 

Después de romper esa barrera que me había sometido durante tantos años a base de miedo y conformismo, seguí buscando razones para creer en lo que quedaba de mi fe. Esto lo digo sinceramente, yo quería seguir creyendo en Dios, pero me rehusaba a depositar mi confianza en ideas sin sustento. Pronto me di cuenta que no era posible comprobar nada que tuviera que ver con la religión, y pasé a ser un agnóstico. Caí en cuenta que no importaba si Dios existía realmente o no, porque no tenía injerencia en absoluto sobre mi vida. Dios no brindaba la ayuda que le pedía, ni me castigaba por los pecados que cometía. A Dios, de existir, yo no le importaba nada. Y aunque todavía quería creer en la vida después de la muerte, poco a poco esa idea también fue perdiendo color. 

Me convertí en ateo cuando, obligándome a exigir pruebas para cualquier idea que estuviera dispuesto a creer, vi que otras personas aceptaban razones ridículas para aceptar sus situaciones. Vi cómo gente pobre aceptaba injusticias en el nombre de Dios. Vi cómo sacerdotes corruptos justificaban sus acciones por ser cercanos a Dios. Vi cómo personas normales y, en casi todos los sentidos, racionales, justificaban su odio hacia otras personas por lo que decía la “sagrada” Biblia. Fue una revelación; se me abrieron los ojos y no podía dejar de verlo. Era abrumador entender lo absurdo de la religión. Todos tenían su propia idea, y todos estaban seguros de que su idea era la correcta. Ya no podía ignorarlo. Dios no podía existir. 

No puedo mentir, fue muy liberador quitarme esa benda de los ojos. Todo me hacía muchísimo más sentido. Cuando quité a Dios de la ecuación, todo cuadraba perfectamente. El mundo me parecía más hermoso justamente porque ya no había un creador cruel, ni un juez injusto. Ya no esperaba la solución a mis problemas, sino que la buscaba. Ya no me conformaba con las malas situaciones, sino que las resolvía, o las evitaba, no había razón para aceptarlas. 

Los más importante fue darme cuenta de que cuando era chico, era ateo. Lo veo ahora. Mis sobrinos, por lo menos los más chicos, son ateos. Ellos no conocen a Dios, y cuando tienen dudas existenciales (qué pasa cuando te mueres, por ejemplo), les parecen absurdas las explicaciones que les damos los adultos. Son más inteligentes de lo que les damos crédito. Y yo sé que yo también era así. Hacía las preguntas correctas, y las respuestas me parecían absurdas. Fue después que me convertí al catolicismo por adoctrinamiento de mis padres y de la escuela donde estudié, pero la duda estaba ahí. Fue a base de repetición y reproche por desobediencia que terminé por creer realmente lo que me decían. Para finalmente volver a ser ateo después de muchos años. Por fin el último personaje ficticio que me quedaba fue agregado a la lista de “mitología”. 

Por eso ahora, cuando me preguntan (normalmente con preocupación) si no voy a educar a mis hijos en la religión, la respuesta es simple: no. Un amigo mío me hizo una pregunta que me sacó carcajadas: “¿les vas a enseñar a tus hijos que el infierno no existe?” No sabia ni cómo contestar. Obviamente no. No les voy a enseñar nada que no exista. Así como tampoco les voy a enseñar que la tetera que orbita en el sistema solar no existe, ni que los osos no comen lasaña. Si mis hijos me llegan a preguntar qué es el infierno (suponiendo que lo escuchan en algún lugar), entonces sí les explicaré que es algo que no existe, y que es una idea que muchas personas creen que es real, pero que jamás han podido demostrar y que no tiene caso pensar en eso. 

A mis hijos les voy a hablar del dios católico de la misma manera que les voy a hablar del dios hindú, o de Rá, o de Thor. Y les voy a mostrar el mundo como es, así de difícil y bello. Como dijo Douglas Adams: “¿no es suficiente ver que un jardín es hermoso sin tener que creer que hay hadas en el fondo de éste?” No les voy a negar a mis hijos el lujo de vivir sin prejuicios ni miedos; de buscar respuestas, y de ver con claridad.


Se callaron muchas bocas

 Desde hace varios años, cada vez que había la posibilidad de que Tigres y Rayados disputaran una final, las pláticas de sobremesa se enfocaban en el peligro de que esto sucediera. “La ciudad no está preparada para esto” decían burlándose de la fuerte rivalidad que existe entre los dos equipos. Después salía el comentario sobre la teoría de conspiración que indicaba que no era redituable que hubiera una final regia: las televisoras y los patrocinadores perderían mucho dinero, es mejor que un equipo de Monterrey se enfrente a otro de otra parte del país para que así más gente vea la final. Está acusación de que el futbol mexicano estaba arreglado no venía sin fundamentos. No pocas veces hemos visto cómo algunos partidos parecen estar amañados por los árbitros para favorecer algún equipo en particular; y este equipo, por lo general, es el América, de quien Televisa es dueño. Pero a pesar de la evidente ayuda que recibe ese equipo en algunas ocasiones, yo todavía me reservo de acusar robo sin que se haya disputado el partido. Si no hay faltas injustificadas, o expulsiones exageradas, si no hay marcas polémicas o minutos agregados sin fundamentos, entonces no incrimino a nadie, aunque gane quién normalmente haga trampa. Es muy fácil engañarnos para culpar a alguien de la derrota del equipo que apoyamos. 

Por eso, este año, cuando los Tigres y los Rayados pasaron a semifinales contra el America y el Morelia respectivamente, empecé a escuchar otra vez la teoría de que no iban a llegar a la final los dos equipos regiomontanos, a pesar de ser el numero 1 y el numero 2 en la tabla. La razón era “lógica”, es más redituable económicamente una final en la que jueguen las Águilas del América, que los Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo Leon, porque así involucrarías en el juego a muchísima más gente que no vería el partido si no juega su equipo favorito. Entonces estaba cantado, o los Rayados del Monterrey o los Tigres de la U.A.N.L. no pasarían a la final, todo era cuestión de negocios; el dinero manda. 

Pero como ya sabemos, eso no sucedió. Ambos equipos regiomontanos ganaron la semifinal, y se disputó por primera vez en la historia de la ciudad una final totalmente en casa. Los dos estadios estuvieron llenos, y los Tigres ganaron el partido de vuelta en el estadio de los Rayados. Por donde se le quiera ver, no hubo ninguna conspiración para favorecer a nadie. (O ¿será que las televisoras querían la final regia para obtener un rating menor?)

El otro mito que se derrumbó fue el de que sería una batalla campal al final del juego porque quien perdiera haría trifulcas y desmanes atacando a los ganadores. Afortunadamente hubo saldo blanco. Ni siquiera las burlas hacia el contrario fueron tan ofensivas como en otros clásicos del pasado. Los aficionados mostraron mucho respeto, los jugadores campeones no hicieron burla de nada, e incluso muchas declaraciones de estos últimos al final del partido fueron muy loables, alentando a la gente a no burlarse del contrario, pidiendo que se tome conciencia del problema de “bullying” y que se festejara que el título se quedó en Monterrey, que los equipos habían demostrado ser los mejores del país y que eso era más importante que la rivalidad entre ambos clubes. 

Solo puedo especular qué hubiera pasado si hubiera ganado los Rayados. Muy probablemente hubiera sido la misma historia, sin burlas exageradas ni pleitos por mofas, pero no podemos negar que lejos de ser el equipo más respetuoso de la liga, el Monterrey siempre se ha burlado de los Tigres cuando quedaban campeones incluso cuando ni siquiera habían jugado contra ellos. Por alguna extraña razón disfrutaban festejar sus triunfos burlándose de los Tigres. Y aunque siempre es lo mismo para un lado que para el otro (los Tigres tampoco son los más educados) cuando juegan el clásico, sí se nota (y se notó especialmente en esta final) la diferencia entre los festejos de los Tigres contra el de los Rayados. Tigres parecía más festejar su victoria que la derrota del otro, y eso se agradece. 


Quiero dejar claro que a mi el futbol me deja indiferente. Cuando comento algo que tiene que ver con este deporte es porque me interesan otros temas que se involucran. Es muy difícil ignorar un aspecto que está sumamente arraigado en la cultura de la ciudad y del país y que impacta la vida de tantas personas como lo es el futbol soccer. Por eso me da gusto poder reflexionar algo positivo de esta final que sin duda nos unió más como ciudad de lo que nos pudo haber dividido.  



Niños hinchas

El domingo pasado se jugó la final del futbol mexicano entre dos equipos de la misma ciudad. Fue la primera vez que pasó aunque ya habíamos tenido el riesgo de que esto sucediera en el pasado. Cada vez que había peligro de que estos dos acérrimos rivales disputaran la final comenzaba el nervio de pensar que pudieran enfrentarse en un juego tan importante y lo que ocasionaría entre los aficionados de estos equipos que son muy apasionados. “No estamos preparados para tener una final regia” , decían. Afortunadamente el domingo pasado la razón pudo más que la pasión y no hubo ningún incidente qué lamentar. Los Tigres de la U.A.N.L. ganaron y la porra de los Rayados no golpearon a nadie; el día de hoy hubo muchos memes celebrando a los Tigres, pero muy pocos memes burlándose de los Rayados; hace algunos años cuando se enfrentaban en temporada regular llovían memes antes y sobre todo después del partido, cuando ya había un perdedor de quién burlarse. La gente incluso grababa videos de sí mismos burlándose del contrario. Está vez nos vimos muy civilizados como ciudad, lo que agradezco y celebro personalmente. 

Lo que no dejé de ver, como siempre y como en cualquier deporte, fueron las fotos de papás aficionados que visten a sus hijos con la camisa del equipo que apoyan. Siempre me ha parecido un poco egocéntrico y presuntuoso querer que tu hijo apoye al mismo equipo que tú porque es tu hijo. También me da lástima que mucha gente no escoge sus equipos, porque solo repiten lo que sus papás les enseñaron antes de que pudieran pensar por sí mismos (aunque, bueno, es justamente lo que nos hacen a todos con ideas más absurdas en cada una de las religiones del mundo). Pero lo que me preocupa en este caso no es que las personas escojan por sus hijos los equipos que van a apoyar acaloradamente, sino que no les importa inculcarles otros valores más importantes de la misma manera. Y estoy hablando justamente lo que tiene que ver con los deportes. 

Apoyando a su equipo incondicionalmente aprenden a no solo alegrarse por las victorias
de sus equipos, sino a alegrarse por las derrotas del equipo contrario también. A burlarse del otro si pierde, incluso si no jugo contra tu equipo. A defender a tu equipo como si fuera tu familia, pelear con otras personas si se burlan de tus colores o cuando te ganen; llora las derrotas incluso cuando tienes dos torneos al año y 17 partidos cada 6 meses, sin contar la liguilla y los otros torneos que también juegan ¡es ridículo! Enseñan a apoyar a su equipo ante todo, lo que está muy bien, pero luego no se preocupan por inculcarles el amor propio, a soportar las burlas de los compañeros: no te dejes de los Tigres, o de los Rayados, pero cómprate la ropa cara para que no te digan nada en la escuela. Regresa los insultos que le hagan a tu equipo, pero insúltalos y búrlate de ellos cuando pierdan, incluso si es en tu propia familia. Siente la satisfacción de hacerlos pasar corajes.

No digo que eso no debería de existir, el apoyo a los equipos es algo pasional que te hace pertenecer a algo, parte de una comunidad, pero solo cuando ya puedes usar la razón, cuando eres adulto; no creo que enseñar a niños a ser así y a educarlos en ese ambiente sea en absoluto algo positivo. Los niños no tienen la capacidad de discernir entre lo que es importante para ellos y lo que es solo un espectáculo. Creo que podemos enseñarles a apoyar a un equipo en las buenas y en las malas, pero que la familia es primero y se debe de respetar antes que al equipo. Que puedes festejar el triunfo de tu equipo en el clásico, e incluso burlarte del contrario, pero tendrás que aguantar las burlas cuando inevitablemente tu equipo pierda alguna vez. Y que jamás debes de llegar a los golpes por algo tan poco importante como un partido de futbol en el que tú ni siquiera participas. Que el mismo valor que nos inspira pintarnos la cara, gritar y vestirnos de cierta manera y no de otra para pertenecer a un grupo, es el mismo valor que debemos de tener para enfrentarnos a los que nos critican, y hacer oídos sordos y respetarte tal como eres. 


Yo creo que el deporte nos da muchas oportunidades para educar a nuestros hijos. Hay muchas situaciones en el deporte que nos ayudan a ser mejores personas, mucho aprendizaje. Sin embargo es muy fácil caer en el fanatismo, en la intolerancia, en el odio absurdo hacia otras personas. Podemos empezar con no obsesionarnos por que nuestros hijos sigan a nuestro equipo, y escoger mejor lo que queremos que copien de nosotros.  




cuando puedes palpar la corrupción

La corrupción en México es muy evidente y podemos llegar a sentirnos muy impotentes porque sabemos que los políticos se salen con la suya cada vez que roban y hay poco que podamos hacer al respecto. Pero es aun más frustrante cuando la corrupción te hace perder el tiempo y pasar malos ratos, que fue lo que me sucedió el día de ayer. Tuvo que ver con el hecho de que no podía saber cuánto ahorro tengo en el INFONAVIT porque en internet me decía que mi fecha de nacimiento estaba mal. Cuando llamé al infonavit para revisar esto me dijeron que tenía que ir a las oficinas del con mi numero del seguro social, pero tenía que ser expedido por el IMSS (o sea que aunque me supiera mi numero y tuviera documentos oficiales que indican cuál es, tenía que ir a fuerza a alguna subdelegación del IMSS a tramitarlo), también tenía que llevar mi RFC pero tenía que ser expedido por el SAT, igual que el numero de seguro social, el RFC es una clave muy común que aparece en documentos oficiales, pero por alguna extraña razón el infonavit quería que fuera al SAT a recoger una hoja impresa que cualquiera puede imprimir en su casa, pero que ya no te dejan hacerlo. 

Desde ese momento empecé a sospechar que el trámite estaba hecho para fastidiar más que por seguridad o organización. Incluso cuando llegué al IMSS y le dije a la recepcionista la razón de mi visita hizo un gesto de risa sarcástica que me indicó que mucha gente llega por ese trámite y que igual que todos los demás creía que era ridículo el requisito. En el SAT fue la misma cosa, una muchacha imprimía el RFC de una fila larga de personas y comentaba que esta información antes se podía imprimir en cualquier lugar pero que ahora se necesitaba una contraseña que solo le daban a ellos para poder acceder al portal y obtener la información. 

Una vez que estuve en las oficinas del infonavit me encontré con que dos personas más aparte de mí iban a hacer el mismo trámite, por lo que me di cuenta que no era una situación extraordinaria. Incluso mi esposa tiene exactamente el mismo problema, un error en su fecha de nacimiento. ¿Qué probabilidades hay de que a dos personas que están casados les hayan tomado mal su fecha de nacimiento? Cabe mencionar que jamás había tenido un problema parecido en ninguna instancia: ni en la escuela, ni en el trabajo, ni en el seguro, ni pasaporte ni ningún otro trámite que haya tenido que hacer antes. La persona que me atendió se defendió diciendo que ellos no capturan ningún dato, por lo que si estaba mal es porque la empresa que me dio de alta había pasado mal mis datos. Le pregunté si no le parecía raro que las empresas se equivocaran con ellos únicamente. 

La corrección de la fecha no tomo ni 3 minutos, pero cuando terminó me advirtió que tenía que esperar de 15 a 30 DÍAS HÁBILES para que la información apareciera en la página y pudiera corroborar la cantidad que tenía ahorrada. Ahí fue cuando mi molestia llegó al límite y empecé a cuestionar a la muchacha que me estaba entendiendo. ¿Cómo era posible que se tardaran entre 15 y 30 días (incluso si no fueran hábiles) en corregir la información? Esto ya era el colmo de la ineficiencia. Le pregunté cómo era posible que la información tardara tanto cuando los sistemas se actualizan automáticamente, para lo que ella respondía que así era el proceso y que no podía hacer nada. Al final le pedí que me indicara dónde poner una queja y me indicó que el encargado estaba en su oficina y que podía pasar. 

Fui con el encargado a quejarme de su ineptitud, sabiendo que no iba a resolver el problema, pero quería dejarle claro que la gente se da cuenta de sus marrullerías y que no nos están engañando. Le pedí que me explicara por qué no me podían dar la información si ya tenían mi fecha correcta, a lo que me respondía que el calculo de mis aportaciones se hace en base a mi edad y al tiempo que llevo trabajando, pero cuando le pedía que me diera la información aunque fuera errónea, se negaba a contestar diciendo que no me servia porque no estaba correcta. Seguí cuestionándolo, y para todo me decía que no me podía dar nada de información porque mi fecha había estado mal, como si ellos hubieran sabido eso desde el principio y por lo tanto no hubieran hecho su trabajo. 

Al final le dije lo que yo creía: que ellos a propósito cambiaban las fechas para que estuvieran erróneas y poder exigirle a la gente que llevara a cabo ese largo y molesto trámite, sabiendo que mucha gente no lo va a hacer y poder utilizar ese dinero que les corresponde para robárselo y usarlo como ellos quieran. El encargado obviamente me decía no era así, y que si yo quería creer eso podía hacer lo que quisiera. Me dijo que yo no era el único, que al menos recibían 20 casos diarios con personas con el mismo problema, como si eso fuera un alivio para mí. De hecho saber eso me daba más coraje, si yo hubiera sido el único hubiera pensado que tenia mala suerte y ya, pero saber que 6,000 personas al año tienen que corregir sus datos, me habla de la cantidad de dinero que se están robando.

Salí de ahi molesto, indignado, y queriendo hablar con toda la gente que tiene que ir a corregir su fecha para urgirlos a quejarse igual que yo. No puedo imaginar qué pasaría si todos los que tienen este problema confrontaran a la autoridad. Los gobernantes no se preocupan por la gente porque confían en que en vez de levantar la voz se van a acostumbrar al sistema. Me acordé que esas eran las maneras del PRI en los 90’s, y me acordé que cuando cambió el gobierno en el año 2000 los trámites se hicieron más fáciles. No me queda duda que quieren regresarnos a como era antes, a que todos batallen en realizar cualquier cosa y así se acostumbren a dar mordidas o a no hacer nada. 


Esto es lo que se siente vivir en un país con gobiernos corruptos. No hay peor evidencia que esta. Tener que arreglar problemas que ellos mismos te provocan. Me gustaría que todos revisaran sus aportaciones de infonavit, y que todos fueran quejarse cuando encontraran algún error, porque eso es lo que más les molesta a los rateros de nuestros gobernantes, que los señalemos, que no los dejemos robar, que estemos inconformes. Ay de nosotros este próximo año de elecciones.  

Coco

La película Coco merece una reflexión, y si me tardé en escribirla es porque me tardé en ir a ver la película y luego esperé a repensar la historia y dejar que las ideas llegaran, para no escribir una versión simplista de reseña.  A mí, personalmente, me gustó desde que la vi, pero ahora después de algunos días de haber organizado las ideas y después verla por segunda vez, me parece una historia muy profunda que retrata nuestra cultura muy bien, y además mucha gente se puede identificar con ella aunque no sean mexicanos. 

Coco es una película literalmente familiar. La trama gira en torno a una familia tradicional mexicana, que como cualquier familia en el mundo tiene sus problemas y su pasado. Incluyen en la historia de fondo a la 'mamá luchona’ que fue abandonada por su marido y sale adelante aprendiendo a trabajar, a la abuela típica mexicana que te da de comer aunque no quieras y es la matriarca de la familia poniendo orden imposible de desobedecer; la tradición familiar que en este caso es el negocio de zapatería, los tabúes inexplicables que en este caso es la fobia a la música y el miembro rebelde de la familia que quiere romper con la fijación absurda de evitar a toda costa que alguien se dedique a otra cosa que no sea la fabricación de zapatos. 

Me parece que hicieron un muy buen trabajo explicando la tradición del Día de Muertos y utilizándola para desarrollar una historia íntima. La música es tradicional mexicana, que también fue un riesgo, pero acertaron completamente por lo que representa para la historia del personaje principal. La cultura mexicana que muestran está muy apegada a la verdad, aunque algunas personas se ofendieron porque la historia sucede en un pueblo chico, pobre, con tecnología antigua,  sin mucho que ver con lo que vivimos en las grandes ciudades que también existen en México, la realidad es que esos pueblos existen hoy en día en nuestro país, y aunque no nos guste reconocerlo, una gran parte de la población vive como los personajes de la película. 

Me gustó mucho como mezclaron diferentes tradiciones de la cultura mexicana; utilizaron al xoloizcuintle, que es el perro que se supone que te ayuda a cruzar al más allá, como acompañante del niño Miguel, y dentro del mundo de los muertos aparecen los alebrijes como si fueran los guías espirituales de las personas fallecidas. También aparecen los pétalos de flor de cempasúchil como los puentes entre el mundo de los vivos y los muertos por los cuales viajan el día de muertos para visitar a sus familiares vivos.  Y utilizan la tradición de poner fotos de nuestros familiares fallecidos en el altar de muertos como condición para que los muertos puedan cruzar a visitar a los vivos, solo los que son recordados pueden cruzar. 

Pero fuera de lo especifica que es la película con respecto a la familia mexicana, yo creo que muchas personas nos podemos sentir muy identificados con las situaciones que se presentan. La mayoría de la gente ha pasado por alguno de esos problemas familiares que nos ponen en una situación difícil por entrar en conflicto los ideales personales con el respeto a la familia. Cuántas veces no hemos escuchado decir a nuestros padres o abuelos que nos prohiben algo “por nuestro bien”, cuando en realidad lo hacen por el bien de ellos, porque ellos son los que tienen el problema personal. También vemos los malos entendidos que suceden frecuentemente porque las intenciones de cada persona son malinterpretadas por alguien más. Y al final el mensaje de la película es la importancia de la familia, de ser unidos a pesar de las diferencias que puedan existir y que el amor de la familia no se acaba nunca. Incluso muestran en la película que hay veces que debemos escoger entre el éxito profesional o la familia, y que ambas decisiones conllevan un sacrificio, y esa decisión va a depender de lo que nosotros valoremos más.

La película es exitosa no porque nos haga llorar, eso lo logran otras películas con trucos baratos. La película triunfa porque nos podemos identificar con los personajes. Todos hemos sido rebeldes contra nuestros papás alguna vez, todos hemos sentido que nadie nos entiende. Todos tenemos reglas absurdas en nuestra familia que no sabemos de dónde vienen. Todos hemos sido decepcionados por alguien a quien admirábamos, y todos hemos sido sorprendidos al aprender algo de nuestros antepasados que nos hacen sentirnos orgullosos. Cuando vemos Coco podemos sentir que lo que le pasa a los personajes alguna vez nos pasó a nosotros y conocemos ese sentimiento. 


Coco nos muestra lo que es entender de dónde venimos como personas, a aceptar lo malo y acoger lo bueno que tenemos en nuestro pasado. Que a veces necesitamos desobedecer lo que nos piden, pero siempre debemos ante todo ser respetuosos con nuestra familia, y tratar de hacerse entender sin rechazar rotundamente a nuestros parientes, que al final son los únicos que siempre van a estar con nosotros cuando pasemos por momentos difíciles o lugares desconocidos, y nos ayudarán a volver a casa. 




El fin de los tiempos (o puede que no)






Recientemente me enviaron por WhatsApp una cita sobre un tal Almir Favarin, que se supone que es teólogo y psicoanalista. El pequeño ensayo, titulado “Esquizofrenia Social” dice esto:

Vivimos en una época donde quieren que los sacerdotes se casen y que los casados se divorcien.
Quieren que los heterosexuales tengan relaciones sin compromiso, pero que los gays se casen en la iglesia.
Que las mujeres tengan cuerpos masculinizados y se pongan como hombres y tomen papeles masculinos. Quieren que los hombres se conviertan en "frágiles" y delicados y como si fueran mujeres. Un niño con sólo cinco o seis años de vida tiene derecho a decidir si será hombre o mujer por el resto de su vida, pero un menor de dieciocho años no puede responder por sus crímenes.
No hay vacantes para los pacientes en los hospitales, pero está el incentivo y el patrocinio para quien quiere hacer cambio de sexo.
Hay un seguimiento psicológico gratuito para quien desea dejar la heterosexualidad y vivir la homosexualidad, pero no hay ningún apoyo de este mismo para quien desea salir de la homosexualidad y vivir su heterosexualidad, y si intentan hacerlo, es un crimen.
Estar a favor de la familia y la religión es una dictadura, pero orinar sobre los crucifijos, desbaratar iglesias es libertad de expresión.

Si no es el fin de los tiempos, debe ser el ensayo...

Al parecer esta idea se ha hecho viral. Pero como normalmente sucede cuando alguien quiere quejarse del mundo en el que vivimos por las ideologías que no van con sus creencias, los argumentos se vuelven muy simplistas y fáciles de tumbar, o por lo menos de hacer frágil su convicción. Para esto como siempre me gusta hacer preguntas y aclarar los comentarios:

El autor usa mucho la afirmación “quieren”. ¿Quieren? ¿Quién quiere? ¿A quién se refiere cuando dice eso? ¿Cuántas personas “quieren” lo que él sugiere que quieren? Para empezar por el principio, nadie “quiere” que los sacerdotes se casen, más bien existen personas que abogan por que los sacerdotes tengan la opción de casarse; o sea, que puedan escoger. Sobre todo cuando nos enteramos de los sacerdotes que abusan sexualmente de niños y menores de edad, o cuando nos enteramos que esos mismos sacerdotes que no dejaban la orden sacerdotal tenían familia. Entonces ¿quién es más incongruente? 

Lo mismo con el divorcio, nadie “quiere” que los casados se divorcien, lo que pedimos es que se reconozca que alguien pueda dejar un compromiso, sobre todo cuando este se quebranta por alguna de las partes. Personalmente me importa poco que alguien esté en contra del divorcio porque este ya es legal en nuestro país, lo que la iglesia decida es problema suyo; aunque sí me siento mal por la gente que en realidad cree en lo que les dice la religión y aun queriendo estar cerca, no puede porque cometió un error.

Nadie “quiere” que los heterosexuales “tengan” relaciones sin compromiso, más bien reconocen que tienen derecho a tenerlas y nadie los debe de criticar por eso. Y tampoco se excluye a nadie, "quieren que los heterosexuales no tengan compromiso pero los gays sí y aparte avalados por la iglesia" ¿con quién platicó esta persona? Todos, homosexuales y heterosexuales tienen derecho a tener relaciones sin compromiso, y también deberían de tener derecho por igual a casarse y a divorciarse. Ese es el argumento real.

Almir Favarin asume mucho en su corta queja; supone que hay quien quiere que las mujeres se masculinicen y los hombres se vuelvan frágiles. Como si hubiera una organización que busca los absolutos, que todos los hombres sean frágiles y que todas las mujeres tomen papeles masculinos; ¿a qué papeles se refiere? Al parecer sugiere que hay quien quiere cambiar a los hombres por las mujeres y viceversa. Si hay alguien que quiere exactamente eso, yo no tengo la menor idea de quién sea.

Y luego miente: un niño de seis años no puede decidir prácticamente nada por sí solo y los menores de 18 años responden por sus crímenes de igual manera que los adultos, por eso existen los reformatorios. También miente sobre el incentivo y patrocinio para el cambio de sexo: en donde quiera que haya este incentivo, no hay tampoco escasez de vacantes para pacientes. 

Y por último, estar a favor de la familia y la religión no es una dictadura, lo que es una dictadura es querer legislar conforme a las creencias religiosas de alguien. También valdría la pena cuestionar (ya que lo mencionó antes) ¿no debería ser ilegal instruir a niños en la religión desde pequeños, qué digo desde los 6 años, desde su primer año de vida, sin tener ninguna evidencia de que cualquiera de las religiones sea real? Y si yo compro un crucifijo y se me antoja orinar en él no estoy rompiendo ninguna ley, al igual que los religiosos que critican a los divorciados y homosexuales y a las mujeres que deciden abortar tampoco rompen ninguna ley. 


Almir Favarin se confunde y piensa que las libertades de otras personas son impuestas por la fuerza en toda la población. Pero más grave aun, se le olvidan todas las atrocidades que han sucedido gracias a la obediencia dogmática de religiones y de costumbres. Se cree con derecho de criticar a otros por tener libertades, sin que nadie le imponga nada, pero no se le escucha criticar a quienes persiguen homosexuales incluso si también persiguen la libertad de expresión, o criticar a quienes encubren la pederastia, porque esos también están en contra del aborto. Al parecer mientras mantengan los valores que él piensa que deben ser universales no le importa que pisoteen los derechos de las personas.

Y termina sugiriendo que esto debe de ser el ensayo del fin del los tiempos, si acaso no es el mismo. A lo que  yo le contestaría, ¿cree de verdad que las libertades que tenemos hoy en día significan que estamos en decadencia? Si no fue el fin de los tiempos cuando la Iglesia torturaba y mataba personas por estudiar ciencia y quemaba libros en plazas públicas, si no fue el fin de los tiempos cuando estaba prohibido en la ley ser homosexual o cuando no dejaban a los negros casarse con blancos, si no fue el fin de los tiempos cuando se les prohibía a las mujeres divorciarse aunque su esposo las golpeara y maltratara, o cuando quemaban a gente viva solo por la acusación de brujería sin ninguna prueba... Si no fue el fin del mundo cuando humanos esclavizaban humanos sin ley alguna que los defendiera e incluso con "aval de Dios" o se podía vender a tus hijas por algunos bienes sin problema alguno, o cuando libraban guerras por pura costumbre… si no fue el fin de los tiempos entonces, creo que la generación de nuestro tiempo sale muy bien librada. 


las películas no son libros, las películas no son cómics

No sé cuántas veces he escuchado a alguien quejarse de una película basada en material existente, porque no es fiel a la fuente. Ya sean libros, cómics, películas o caricaturas. Y el mismo número de veces he escuchado a gente defender a una película porque se parece mucho a lo que sucede en el libro, o en los cómics o en las caricaturas. A mí no me parece justo calificar las películas con respecto a su parecido al material original (cuando es el caso). Mi argumento es este: las películas no son el material original, sino que están basadas en él, por lo tanto no debemos tratarlas como cómics, o novelas, o caricaturas. La forma de contar una historia varía dependiendo de las herramientas que se tengan para hacerlo. Por ejemplo, en una novela, puedes esconder la identidad de un personaje simplemente omitiendo su nombre; de esta manera puedes preparar un giro importante si haces pensar al lector que hay dos personajes diferentes cuando en realidad solo hay uno. También en las novelas se utiliza un narrador, que se omite casi en todas las películas para no hacerlas tediosas. El narrador juega un papel muy importante en las novelas, ya que te indica, o te esconde según sea el caso, detalles importantes de la historia; si en el libro dice 'había una figura tenebrosa detrás de ella' no necesitas poner atención al entorno, te están indicando lo que debes de “ver”. En una película puedes mostrar todo lo que viene en el libro pero no puedes asegurarte que el espectador lo observe, a menos que hagas un evidente acercamiento al objeto, pero si quieres ser sutil esto no funciona. 

De la misma manera los cómics y películas recurren a las imágenes para contar una historia. Hay muchas películas cortas que no contienen ni un solo dialogo; la historia se cuenta únicamente con imágenes, como muchas veces sucede en las historietas. Los cómics utilizan contraste de sombras y colores para darle profundidad a las reacciones de los personajes; juegan con el diseño de los cuadros donde sucede la acción para dar dinamismo a las escenas. La frecuencia en que se publican los cómics también ayuda a que la historia sea más ágil. Cada dos semanas o cada mes tienes un capitulo nuevo y hay muchas series que se cruzan entre sí; MARVEL imprime alrededor de 50 números mes con mes. Y las historias toman su tiempo para desarrollarse gracias a esta frecuencia con la que pueden ofrecer capítulos, más parecido a lo que sucede con las series de televisión y totalmente contrario a lo que logran con las películas que salen cada año. En fin, cada formato utiliza sus herramientas como mejor le parezca para exponer una narración y mantener al publico expectante. Y es por eso que no siempre se puede traducir fielmente una historia del papel a la pantalla. 

A veces el director de una película decide cambiar el inicio la historia con una exposición del ambiente en el que sitúan los personajes. Otras veces comienzan con una escena intermedia de una novela, y luego cuentan con escenas retrospectivas lo que sucedió anteriormente. A veces usan el formato blanco y negro en escenas especificas para resaltar hechos importantes. Hay muchos ejemplos de cómo un director decide cambiar ligeramente la historia para adaptarla al cine. Christopher Nolan, por ejemplo, decidió cambiar un detalle de la historia original de Bruce Wayne en su película Batman Begins. En el cómic, los papás de Batman son asesinados después de ir al cine a ver la película de El Zorro. Christopher Nolan cambió el cine por la ópera, y la razón que dio es muy interesante: no es lo mismo que dentro de un cómic los personajes vayan al cine, a  que en una película los personajes vayan al cine. 

En la primera entrega de Iron Man explican de una manera coherente y moderna las 2 primeras versiones del traje de Tony Stark antes de que finalmente construya su traje típico. En la primera película de X-Men (2000), Rogue, quien en los cómics siempre ha tenido un mechón de pelo blanco, aparece al inicio de la película sin él, detalle que me llamó la atención pero que dejé pasar por alto de manera que pudiera disfrutar la película, sin embargo en el final los eventos resultan en la aparición de estos mechones blancos, dando una explicación a estos y mostrando al personaje finalmente como es en los cómics. Y así nos podemos ir con cada una de las películas exitosas que son adaptaciones del cómic enumerando las diferencias entre el trabajo original y su resultado en la pantalla. 

Por otro lado, existen películas (muy pocas, pero las hay) que superan al trabajo original, y aun en esas podemos escuchar a personas criticar a la película solo porque no se apegó a lo que sucedía en la historia que ellos conocían. También he escuchado personas defender a una mala película porque “así es como sucedía en la historia original”. ¡¿Y qué importa?! Si eso sucedía entonces la historia original también es mala. Personalmente, lo que me interesa a mí que sea fiel a la fuente son las personalidades de los personajes: que el personaje que conozco, independientemente de la situación en la que se encuentre, reaccione como esperaría que reaccionara. Si eso no sucede, los personajes se desvirtúan y ahí sí se pierde la esencia de lo que hizo al personaje o la historia famosa. Fuera de eso, los detalles de cómo suceden los eventos son poco importantes para mi gusto. 


Al parecer todavía hay gente que no logra entender que las películas no son los cómics, ni los libros, son adaptaciones para el cine, un formato que por lo general no admite más de 2 horas y media de exposición. Y el director tiene que tener el talento para encapsular la historia que sea en ese corto tiempo. Hay que tomar el material como es, y criticarlo si es malo o elogiarlo si es bueno. Pero querer que sean copias idénticas incluso les quita lo interesante al cine: si ya sabes exactamente lo que va a pasar, no te sorprende nada.  


la honestidad escasea

No sé si Trump es producto de nuestra realidad o viceversa. Pero de lo que estoy seguro es que mentir se ha vuelto una moda, y la honestidad se ha vuelto tan rara que llega a parecer obsoleta. ¿Para qué ser honesto si no nos van a creer? ¿Por qué creerle a alguien si siempre miente? ¿Por qué voy a ser honesto yo, si las autoridades, los presidentes, los policías, los maestros y todos los que deberían de promover la honestidad, todos mienten? 

Ser honesto es algo bueno y, aunque el engaño conlleve una ventaja para el mentiroso, la honestidad no deja de ser la mejor manera de vivir. El mentiroso tiene que sostener sus mentiras para que le sirva de algo mentir. Solo tiene ventaja si la gente le cree sus mentiras; pero a medida que estas son descubiertas menos gente le cree. Con esto quiero decir que el mentiroso quema cartuchos, mientras que el honesto no necesita dejar de ser honesto. El mentiroso tiene que recordar sus  mentiras, de otro modo es fácil que lo descubran, y cuando se equivoca tiene que inventar nuevas mentiras para poder cubrir las anteriores. El honesto no necesita tomar nota de lo que va a decir y a quién, solo necesita recordar lo sucedido. 

En estos tiempos en que la información fluye tan rápidamente que no tenemos tiempo de digerirla, la verdad es un bien muy preciado. Los honestos escasean. No puedes confiar en lo que te dicen sin verificarlo por ti mismo. Y quien conoce el verdadero valor de la honestidad, sabe que es algo caro que no se espera de cualquiera ni se vende barato. Muchos periodistas saben lo que cuesta ser honesto y el valor de esa cualidad; ellos ganan dinero por la cantidad de gente que les cree, y se ganan su prestigio con cada noticia que publican. Pero a pesar de que son muchos los periodistas honestos, hoy por hoy abundan las noticias falsas y engañosas que solo buscan lograr una venta rápido. A todo esto llega el dilema sobre la honestidad. ¿No es frustrante saber que el mentiroso gana dinero más rápido que el honesto? Y no es solo dinero, hablamos de fama, popularidad y poder. Y sin embargo no me queda duda que si queremos una vida más simple y más gratificante debemos escoger la honestidad. 

No soy ingenuo. No pido la completa honestidad el 100% del tiempo que vivimos. Me queda claro que las mentiras son necesarias e inevitables. Si mi sobrina de 3 años me pregunta si me gusta el dibujo que hizo, indudablemente voy a decir que sí, siempre. Si mi esposa me prepara de comer y no fue de mi total agrado, no se lo voy a hacer saber, aunque me lo pregunte. No vale la pena. Si llego con un cliente y tengo que mentir sobre mis gustos para poder iniciar una conversación, sin pensarlo dos veces voy a mentir. Sin embargo,  esas situaciones no justifican mentir en situaciones importantes; incluso en las no tan importantes. Esa es otra normalidad que no entiendo, la capacidad de decir mentiras casi todo el tiempo, solo por mentir, solo por exagerar las cosas aunque sea un poco (empezando por Facebook). 

En todos lados vemos a gente mentir, robar, esconder la verdad, hacer trampa; todo por el éxito inmediato. Pero también vemos, irónicamente, cómo la gente admira a las personas honestas por su honestidad, o más bien por su capacidad de triunfar sin recurrir al engaño. Pero si eso es digno de admirarse, ¿por qué no es la norma general? Lo es, pero solo en teoría. En la práctica es muy diferente, y lo que me asombra es la capacidad que tenemos para mentir incluso en eso. En vez de aceptar que todos mentimos y que no le damos valor a la veracidad, enseñamos a los menores que no deben de decir mentiras. 

Personalmente yo prefiero ser honesto. ¿Soy honesto todo el tiempo? No. Pero intento serlo. Y lo más importante, no miento si la ocasión no lo amerita, y cada vez las situaciones que lo ameritan son más escasas. No son para obtener dinero, ni favores ni privilegios; son para salir de situaciones incómodas o para evitarlas. Miento para no ofender a alguien o para hacerlo sentir bien. Pero el hecho de no abusar de las mentiras me vale el respeto de mucha gente, y la confianza de mucha más. Y lo más importante: otorga autoridad moral. A nadie le gusta que le den sermones cuando quien los da dista de ser una persona integra. Y a pesar de que cargo con la reputación de la mayoría y me cuesta trabajo ganar la confianza de algunas personas, lo bueno de decir la verdad es que eventualmente la gente lo nota, lo reconoce y lo agradece.

En el episodio final de la séptima temporada de Game of Thrones (que salió ayer en la noche), escuché una frase que me gustó mucho; Jon Snow se rehusa a hacer una falsa promesa y sus aliados se lo recriminan, pero él les contesta con una muy buena frase:

“But when enough people make false promises, words stop meaning anything. And there are no more answers only better and better lies, and lies won’t help us in this fight.”

“Pero cuando suficiente gente hace falsas promesas, las palabras dejan de tener significado. Y entonces ya no hay respuestas, solo mejores y mejores mentiras, y las mentiras no nos van a ayudar a ganar esta batalla.”


A veces lo único que tenemos es nuestra palabra. Y cuando nuestra palabra no vale nada, nadie estaría dispuesto a ayudarnos. La honestidad se logra día con día, hasta en las situaciones más simples, pero sobre todo en las difíciles. A veces lo único que tenemos de alguien más es su palabra, y si no podemos confiar en ella, quizás sea por que sabemos que nosotros tampoco la cumpliríamos  si estuviéramos en su lugar. 


La presión social es cara

Estoy escribiendo esto mientras compramos la despensa. Estamos en el supermercado que nos queda cerca y como es domingo vemos a muchas familias comprando juntos. Una de ellas me llama la atención en particular. Tres niños de diferentes edades, cada uno con una bolsa de plástico inflada y con un nudo, jugando mientras sus papás escogen la fruta. Creo que es la primera vez en años que veo niños jugando como si no existieran juguetes ni tecnología, persiguiéndose, golpeando el globo hechizo para que le pegue en la cara a su hermano, aventado la bolsa lo más alto que puedan y tratando de cacharla. Jugando con bolsas sin que nadie se burle de ellos, o a expensas de eso. Es un alivio ver esto, parece que no existieran niños que no tuvieran incluido ya su iPad, que parece ser el único remedio contra el aburrimiento o contra la desobediencia. No es que no deban de tener un iPad, sino que deben de poder divertirse con bolsas de plástico infladas. Me pongo a pensar en la cantidad de dinero que gastan los papás para darles juguetes y iPads a los niños para hacerlos felices. También me pone a pensar si los papás de los niños que siempre traen su iPad les compran ese aparato para que sus hijos jueguen o para que los otros papás vean que pueden comprarlo. 

Desde niños aprendemos lo que es la convivencia, y aprendemos que hay personas que tienen cosas que otros no pueden tener. Desde chicos aprendemos las “categorías” que marca el dinero y aprendemos a darle más valor del que en realidad tiene. Educar a los niños sobre este tema es responsabilidad de los papás, pero al parecer no a muchos de ellos les importa. Al parecer mucha gente aprendió que importa más cómo te ven los demás, y qué opinión generas con tu parecer que lo que realmente piensas, haces y dices, y es eso lo que quieren que aprendan sus hijos. Y aunque lamentablemente vivimos en una sociedad en la que generalmente te juzgan por lo que llevas puesto y lo que usas en vez de tus habilidades y tus gestas, deberíamos de ser capaces de evitar creer en esta falacia y que esto es lo correcto. Los oficios de atención a clientes y ventas requieren una impecable presencia ya que lo que tratan de evitar es que el cliente cree un juicio negativo antes de entablar una conversación. Sin embargo vale la pena tener conciencia de que una cosa es el trabajo y otra nuestra vida personal y nuestra relación con otras personas, o evaluar qué beneficios nos trae las cosas que queremos. Vestir a la moda, por ejemplo. Lo hacemos por cómo nos sentimos nosotros o por cómo nos ven los demás. Comprar un coche caro: lo hacemos por los beneficios del coche en sí, o por la opinión de otras personas sobre eso. 

Hace poco releí un artículo que recibí en mi correo hace mucho que hablaba sobre un
supervisor de restaurantes que usaba un teléfono celular fuera de moda y que no lo cambiaba porque le daba buen servicio, sin embargo era ridiculizado. Terminó cambiándolo por las criticas y burlas de sus colegas. Y hablaba sobre la inseguridad de las personas y el gran costo monetario que les representa. Razón no le falta a este articulo, poca gente usa ropa de marca por la comodidad de esta, y en muchos casos la satisfacción de cambiar un coche, comprar un celular, comprar una casa, etc, viene más por la aceptación de las demás personas que por el beneficio que trae lo comprado (y por eso Facebook tiene tanto éxito). Entender que el vacío que sentimos cuando no tenemos algo no va a ser llenado con ese algo que queremos (por lo menos no permanentemente), nos quita un problema de encima, porque estar al día con la tecnología y la moda es el negocio de quienes lo crean, mantenerte insatisfecho es su manera de sobrevivir, por lo tanto tenemos que seguir gastando dinero en algo que vamos a desechar en poco tiempo. 

Saber que no eres lo que tienes o lo que te pones encima te ayuda a evitar estrés. Siempre va a haber alguien que tenga algo que tu no puedes tener; aceptar eso te libera de la presión social. Creer que eres más porque tienes algo que el otro no tiene, te ayuda a sentirte más importante, pero solo momentáneamente. Tener una buena impresión de nosotros mismos no cuesta nada, aparentarla ante los demás sí. 

Querer algo porque te gusta, porque lo necesitas o porque eres mejor con eso, está bien, solo que hay que trabajar para obtenerlo. Pero querer algo para evitar criticas de los amigos o generar impresiones en ellos, eso es una fuente de insatisfacción. Conviene más cambiar de amigos que cambiar nuestra mentalidad. 


Eso que los niños del supermercado están aprendiendo les va a ayudar mucho cuando sus amigos se burlen de sus preferencias. Van a ser ellos mismos con o sin un iPhone; y si llegan a tener uno, no van a sufrir si se los quitan. Tener la capacidad de disfrutar las cosas simples, evita la necesidad de gastar dinero para distraerse. Eso es algo raro en este tiempo. Y por eso mismo vale mucho.