Divide y ¿vencerás?

Dicen que cada quien cosecha lo que siembra, y es por eso que debemos estar conscientes de cómo nuestras acciones puedan repercutirnos en el futuro. No mientas, porque las mentiras te persiguen, tarde o temprano vienes pagando la confianza que generas o desechas. Claro ejemplo de esto es nuestro actual presidente Andrés Manuel López Obrador, quien durante los últimos 18 años se ha dedicado a desprestigiar a sus oponentes y a generar discordia entre quienes lo apoyan a él y quienes lo critican. Siendo jefe de gobierno de la Ciudad de México no perdía oportunidad en criticar a Vicente Fox, entonces presidente de la República. Cada tropiezo (y vaya que Fox tuvo incontables errores) eran un deleite para AMLO que lo exhibía diariamente en sus conferencias matutinas achacándole todo lo malo del país al presidente. Y así, durante la campaña electoral del 2006, a diestra y siniestra en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto acusó de vendida a la prensa, a Calderón de robar la elección (cosa que nunca probó ni denunció oficialmente), descalificó a las instituciones, llamó culpable de la desaparición de 43 estudiantes normalistas a Peña Nieto y fundó su propio partido por estar en desacuerdo con el partido que lo postuló dos veces a la presidencia, a quienes llamó corruptos. Incluso en 2006 vimos cómo una chica que fue observadora de casilla por parte del PRD (partido del que era candidato AMLO) fue acusada por el mismo López Obrador de haberse vendido por haber afirmado que en su casilla no habían hecho fraude. La chica, indignada, respondió que ella ni siquiera conocía a López Obrador y había participado como observadora para dar certeza a la elección, que la acusación era falsa y que exigía una disculpa de parte del candidato. Esta disculpa, como era de esperarse, nunca llegó, así como tampoco llegó la prueba de que la chica hubiera sido beneficiada por su declaración. 

Y el problema de desprestigiar a quien no esté de tu lado, de atacar a tus contrincantes polarizando a la población, y culpar a todos de tus propias fallas, es que cuando suceden accidentes que nada tiene que ver contigo, eres el principal sospechoso. Si has evidenciado tu obsesión por quitar el poder a gobernadores contrarios a tu movimiento, ¿qué puedes esperar que hagan tus enemigos cuando uno de estos muere en un accidente? Cuando promueves que la gente no crea en la versión oficial del gobierno, eres responsable de que no te crean cuando siendo gobierno ocurran eventualidades sospechosas.

No me gustan las teorías de conspiración, de hecho me molestan mucho. Una de las razones por las que me volví ateo fue porque no me gusta creer en cosas que no tienen fundamento. Creer en las conspiraciones me parece desgastante. Cuando he sido suspicaz con las explicaciones recibidas es por la falta de información, por la omisión de datos o por la poco clara evidencia mostrada. Mas no pretendo nunca saber una verdad que los demás no conocen y nunca presumo tener pruebas que los demás no tienen, que demostrarían que lo que nos dicen es mentira. Simplemente expongo mis dudas, preguntas y aclaraciones omitidas en explicaciones que nos dan. Y entre más evidentemente omitan información más crece mi suspicacia.

En el caso del accidente en el que murieron el senador Rafael Moreno Valle y su esposa, la gobernadora de Puebla Martha Érika Alonso, sobra decir que no creo ni tengo razón para creer que haya sido un asesinato orquestado por el gobierno (ni por nadie). Lo que creo es que fue un accidente como han sucedido otros en el pasado. No tengo ningún argumento para pensar que hubo un complot para eliminarlos ni por parte del gobierno ni por parte de alguien cercano a ellos que se pudiera beneficiar con su muerte. Y no creo que, de no tratarse de un accidente, haya sido AMLO quien ordenó el atentado. Así como tampoco creo que Peña Nieto haya ordenado la matanza de Ayotzinapa, ni que Felipe Calderón tuviera algo que ver con los dos accidentes aéreos donde perdieron la vida dos de sus secretarios de gobernación en funciones.

Hay muchas dudas que quedan en este tipo de accidentes y que la gente siempre va a aprovechar para señalar falsas culpas hacia personas que al final no pueden comprobar y por lo tanto quedan siempre en posibles causas. Por eso mismo insisto en el peligro de acusar sin probar confiando en la mala reputación de una persona. Se pueden suponer muchas malas acciones de los políticos, lo que no significa que sea cierto. No importa que AMLO sea capaz de asesinar a alguien, eso no es prueba de que lo hizo. No importa que Felipe Calderón fuera capaz de organizar un fraude electoral, eso no significa que lo hizo. No importa la reputación de los políticos, es muy peligroso acusarlos sin tener ni siquiera una prueba confiable. Y no quiero decir que si no hay una investigación formal y un juicio no se pueda determinar si algo es cierto o no, simplemente se trata de tener un criterio más educado antes de creer en cualquier cosa; sobre todo si sabemos que tenemos prejuicios de las personas.

También tengo que decir que me molestan mucho las declaraciones de todos los twiteros a favor y en contra de la teoría de conspiración, y en especial las personas que están en contra de AMLO que lo acusan de asesino sin ninguna prueba. Pero también me queda claro que AMLO se benefició muchísimo de promover la desconfianza en el gobierno, y ahora mucha gente se lo está cobrando. Y el hecho de que haya peleado tan firmemente en contra de la elección en Puebla donde su candidato quedó en un cercano segundo lugar, y la acusación de fraude, no ayudan en nada a quien quiera defender su inocencia.

Las acusaciones sin pruebas y el ataque agresivo a las personas únicamente profundizan la polarización de la sociedad. Las personas reaccionan a sus sentimientos (o intereses) y no a las evidencias. Si está en contra de AMLO, no pierde tiempo en lanzar acusaciones, si es partidario del presidente, piden pruebas inobjetables y etiquetan de ridículos los señalamientos. Otros cuántos de estos últimos no pierden tiempo en señalar que, aunque no le desean la muerte a nadie, el senador y la gobernadora lo tenían bien merecido, o que fue el karma quien les cobró factura, o que simplemente no dejan de ser unos criminales corruptos. Y todo esto solo evidencia el bajo nivel del debate que estamos entablando.

Fue este año que volví a utilizar twitter activamente. A pesar de que ya sabía de los usuarios falsos, las personas que apoyan a quien sea por dinero o hueso, y de los fanáticos obsesionados que no escuchan razones lógicas, como quiera me sorprendí por la manera en que la gente se expresa por este medio. Como no conocía a muchos tuiteros, fui escogiendo las opiniones que me parecían más atinadas e imparciales; opiniones críticas y educadas. Evité seguir a personajes con opiniones unilaterales (fuera de políticos e informadores que sigo por estar enterado de lo que dicen) o que solo comparten información sin verificar si es real o no. Es muy frustrante darse cuenta que personas que parecían objetivas y serias sean exactamente iguales que las personas a las que critican. No hay diferencia entre la ceguera de los fans de AMLO y la ceguera de sus detractores. Parece que repiten mantras, adoctrinados por sus propios prejuicios, y buscan quién esté de acuerdo con ellos para sentir que tienen la razón. 

Repito, la razón por la que dejé de creer en dios y la religión es justamente que le temen a la confrontación de ideas: es pecado dudar, cuestionar, sospechar. La religión es lenta para identificar sus errores y aun más lenta para redimirlos. Mi decisión fue la de tratar de ser objetivo al buscar la verdad; cuestionar todo lo que me digan; aceptar que se puede estar equivocado y que más vale reconocer el error que tratar de defenderlo. Tener tendencias, ideologías y prejuicios no nos impide ser objetivos cuando recibimos información nueva. No importa cuánto queramos creer en AMLO, si lo que dice contradice a todas luces lo que hace ¿por qué defenderlo? Si no nos gustan las ideas de AMLO y creemos que lo que plantea está equivocado ¿qué nos impide aceptar sus aciertos? No tenemos que estar de acuerdo con él para aceptar que ha tomado buenas acciones que el anterior presidente no se atrevió ni a plantear como posibilidad. No tenemos que ser opositores para reclamar las tonterías que ha dicho y hecho. No tenemos que exagerar los aciertos ni los fracasos. Eso dejémoselo a los políticos, los únicos payasos que sí ganan dinero por apoyar o criticar a uno u otro gobernante. A nosotros eso no nos conviene, y cuando los políticos se dan cuenta que las personas no los apoyan incondicionalmente mejoran su desempeño. Mientras, solo utilizan para su beneficio a esos que incondicionalmente les dan su voto de confianza, y todos perdemos.





El problema no es la decisión sobre el aeropuerto

Una pregunta sesgada es una pregunta formulada de tal manera que favorece a una respuesta particular sobre otra. Desconfiamos de inmediato cuando identificamos una pregunta sesgada porque nos damos cuenta que nos quieren engañar. No importa si es importante o no el tema del que se nos pregunta, simplemente sospechamos que hay algo más allá de la respuesta que demos. Ya sea que se quiera favorecer una respuesta o que se pueda tergiversar lo que se conteste. 

La consulta famosa que AMLO mandó hacer es una de esas preguntas de las que vale la pena desconfiar. Todos estamos de acuerdo, incluso quienes la defienden, que la consulta tiene nula validez por diferentes razones, y sin embargo se va a tomar en cuenta para decidir un tema muy importante para el país. Quienes están a favor de la consulta (morenistas y votantes de AMLO) claman que por fin le están preguntando al pueblo lo que piensa y lo que quiere. Los que lo criticamos es porque no creemos que el pueblo, con menos de 25% de la población adulta con estudios superiores, pueda decidir sobre un tema tan complejo como la factibilidad de construcción de un aeropuerto. 

Pero también criticamos la falta de compromiso de un presidente electo. No lo elegimos para que nos preguntara qué pensamos de temas de economía, infraestructura, seguridad, inversión, etc.  y sobre eso basar sus decisiones. Se supone que su plan para el país ya lo explicó en su campaña y si ganó es porque la mayoría de la gente confió en él. Dicen que solo hace la consulta para el aeropuerto porque es un problema heredado de la administración que termina en diciembre de este año, sin embargo ha dicho en más de una ocasión que él piensa gobernar consultando al pueblo, por lo que no deja duda que no es solo para temas que decidió la administración saliente.

La población no puede educarse en todos los temas que interesan al país, es por eso que elegimos representantes para que las decisiones sean tomadas ágilmente. El trabajo de los políticos es justamente ese. No veo por qué tendrían que preguntarnos algo para lo que no estamos preparados y luego, seguramente, justificar cualquier falla diciendo que el pueblo fue quién decidió. Lo políticos deben asumir responsabilidad de sus acciones. El PRI decidió ser igual de corrupto de lo que ha sido siempre y pagó las consecuencias quedando en un humillante tercer lugar; pero no por eso vamos a poner a votación si se tira a la basura la totalidad del dinero invertido en el aeropuerto, eso lo debe de decidir el presidente entrante asesorando con expertos y evaluando si vale la pena continuar o no. 

Pero lo que más preocupa de esta consulta no es su legalidad ni lo que se decida con ella, sino que siente un precedente  que se pueden tomar decisiones de esta manera, lo que, dejemos claro, ¡no es correcto! Una consulta popular no puede ser la manera en que se resuelvan temas importantes en un país que no sobresale por su educación. Una medida necesaria que afecte a corto plazo a la mayoría de la población jamás ganará en una consulta democrática, sin embargo los políticos, como expertos en la materia, deben ser responsables y tomar medidas impopulares por el bien de la nación; ese es su trabajo, hacer lo mejor para todos. ¿Qué sería de los homosexuales si sus derechos se pusieran a consulta democrática? ¿Cuánto dinero tendría el gobierno si se pusiera a consideración del pueblo el pago de impuestos? (Pista: hay una razón por la que se les llama “impuestos”.)

Esta consulta lo que está presentando es una manera incorrecta de hacer las cosas. La cantidad de personas que pueden participar es menos de 1.5 millones, simplemente porque no hay más boletas. Esto representa menos de 2% de los votantes registrados en el padrón electoral. La gente que avala esta consulta, piensa que menos de 2% de la población puede decirdir sobre un tema tan importante como el destino de miles de millones de pesos. 

Para mí lo preocupante es que AMLO esté haciendo creer que la muestra es representativa y que vale la pena saber lo que piensa ese 1.6% de la población. Y con ese mismo argumento pueda llegar a consultar lo que quiera, incluso (cómo no) la reelección de su mandato. 

Ya escribí sobre cómo AMLO ha usado los mismos discursos que Hugo Chávez, diciendo que no se reelegirá y que inclusive someterá a consulta la revocación de su mandato cada dos años (bueno, primero aseguró que sería cada dos años, y ahora, cada tres). Ya sabemos que Hugo Chávez se reeligió hasta su muerte y encarceló a opositores políticos ¿que detendrá a AMLO de someter su reelección a una consulta con la votación del 2% de la población?

Algunas personas evidenciaron lo que ya todos sabíamos: que la consulta carecía de la mínima confiabilidad: las boletas no tienen candados, las urnas se resguardan en casa de alguno de los organizadores, y estos, todos, atienden a las necesidades del único partido político que organizó la consulta. Afuera de las casillas hay gente aleccionando en alta voces lo que se debe de votar. En sí la consulta es una burla. Y nadie que no tenga intereses de por medio la daría seriedad alguna. Sin embargo es preocupante que el presidente electo salga a menospreciar la vulnerabilidad de la consulta diciendo que ellos no son corruptos y por eso no deben de desconfiar de lo que están haciendo. Dice que nunca han hecho fraude y que nadie se atreve a alterar los resultados y nadie lo va a hacer porque el proceso es limpio y democrático. Debe de recordar el señor López Obrador que las cosas no suceden solo por decreto. Cabe mencionar que en septiembre los senadores de MORENA negociaron con el gobernador de Chiapas, miembro de uno de los partidos políticos más corruptos del país, 5 diputaciones a cambio de su licencia para que pudiera ser gobernador y senador al mismo tiempo, todo con el fin de tener mayoría absoluta en la cámara de diputados, ya que no pudieron lograr eso en las elecciones. Si eso no es corrupción y menosprecio a la democracia, no sé a qué se refiere entonces Andrés Manuel. 

Y más preocupante aún es que diga que así es como se va a llevar a cabo su gobierno, preguntándole a la gente. Es increíble que se atreva a decir eso al mismo tiempo que acepta que puede haber errores y falta de seguridad en la consulta pero que no importa porque el pueblo va a ser honesto. En ningún país que se respete se puede aceptar algo así. Que sea el partido en el poder quien organice y revise la consulta democrática es lo que llevó a México perder toda credibilidad en las elecciones presidenciales del siglo pasado. No entiendo cómo la gente que defiende esto no lo ve. Consultas sesgadas, sin observadores de ninguna institución, con pésimos métodos de conteo y verificación de los votantes. 

Lo que importa de esta consulta no es el resultado, es el hecho que se vuelva algo normal. No debemos confiar en esta consulta. No debemos aceptar que se tome una decisión de esta manera. Y no debemos acostumbrarnos a pensar que la mayoría siempre tiene la razón. 


Como dijo Benjamin Franklin, la democracia son dos lobos y una oveja votando cuál será la cena. Pero en el caso de México son millones de bueyes decidiendo si deben arar la tierra o seguir pastando.  



Tranquilo, no hay prisa


Paciente, paciente
no tardo, te espero
no corras, no hay prisa
me canso, no puedo

estoy solo, no hay nadie
no veo, me asfixio
no hay lumbre, no hay aire
no hay cielo, no hay piso

camina, descansa
piensa, coordina
salida, esperanza
empieza y termina

ya ves… nada pasa
paciente, tranquilo
carnal, nada falta
y yo estoy contigo

aquí esta el sendero
aquí esta el camino
no salgas te pierdes
no sé estar perdido

una luz a lo lejos
ya veo, que alivio
allá voy; si tropiezo

me levanto y camino



José María Hernández Díaz
4 de Abril del 2002

Nadie escucha

Vivimos en el momento de la historia que tiene el récord de mayor número de opiniones escuchadas por el mayor numero de personas. Prácticamente cualquiera que tenga acceso a internet tiene la posibilidad de publicar sus ideas y que estas lleguen a un número de personas que era inimaginable hace un cuarto de siglo. Y sin embargo, no hemos aprendido a escuchar mejor. Claramente estar en comunicación con otras personas no es sinónimo de entablar una conversación. El emisor y el receptor parecen estar completamente negados a entender lo que se dicen. La información existe, pero todos prefieren ignorarla. Estamos en contacto, pero estamos desconectados.

Los síntomas de la desinformación son muy evidentes: sociedades divididas, pleitos entre familiares por polémicas sociales, debates sobre la garantía de derechos fundamentales a cierto grupo de personas, miedo colectivo por noticias falsas, reacciones masivas ante especulaciones, etc. Sin embargo las razones de la desinformación no lo son tanto. Si bien es fácil encontrar las fallas en la comunicación y los intereses detrás de estas, la falta de disposición de las personas por conocer la verdad es preocupante. No se trata de que haya quien quiera engañarnos, sino que muchos quieren ser engañados. Más que desear el intercambio de ideas, procuramos amplificar los sentimientos que tenemos hacia temas en especifico. Más que debatir, queremos reñir.

El debate de ideas es común desde hace milenios, y es parte importante para crear conocimiento confiable. Se debe dudar de lo que se nos dice, debemos de poner a prueba las teorías, debemos proponer nuestras propias hipótesis y dejar que el contrario también las ponga a prueba. La confrontación de ideas es buena, desconfiar de la información que recibimos es bueno, pero ¿hasta qué punto nos beneficia nuestro escepticismo? O más bien dicho, ¿en qué momento confiamos en lo que nos dicen sin ser ingenuos? A nadie nos gusta aceptar ideas que contradigan nuestras creencias, pero es peor conformarnos con nuestra ignorancia que aceptar que podemos estar equivocados. Encontrar la verdad es la meta y cuando hay tantas fuentes de información y se contradicen unas a otras, es difícil determinar cuál nos miente y cual no. A nadie nos gusta que nos engañen, y estamos tan acostumbrados a que se manipule la información que recibimos que ahora dudamos de todo. Las ‘fake news’ están de moda, pero no debemos caer en llamar a todo lo que no nos gusta ‘feas news’. Por eso debemos de intentar formar un criterio educado para no caer en discusiones absurdas. (Como por ejemplo el debate sobre si la Tierra es plana.)

Entonces, ¿cuando podemos confiar en los datos que nos muestran? cuando nuestra lógica razonada nos indique que la información que recibimos tiene sentido. No hay más. Podemos tratar de comprobar por nuestros propios medios todo lo que nos cuentan, pero ciertamente esto es desgastante y hasta imposible. Siempre debemos de mantenernos escépticos, no importa qué tan confiable sea la fuente, y someter al mismo escrutinio todas las noticias que nos lleguen, tanto las que nos gustan como las que no. Pero tenemos que tener suficiente criterio para evaluar si creemos o no en lo que nos dicen. El precio de nuestra tranquilidad mental es la falta de la certeza total. Si creemos que todo lo que sucede en el mundo es un complot de los altos mandos para controlar a la población mundial, jamás dormiremos a gusto. Recordemos que tenemos la capacidad de aceptar que estábamos equivocados cuando lleguen nuevas noticias o nuevos datos que refuten lo que creíamos anteriormente.

En tiempos antiguos se formularon teorías de la estructura del universo que eran totalmente erradas. Sin embargo el hecho de que fueran suposiciones incorrectas no afectaba las predicciones que se sugerían basadas en esas teorías. Por ejemplo, creer que el sol daba la vuelta a la tierra y no al revés, no afectaba la predicción de que el sol saldría la mañana siguiente. En la antigua Grecia, astrónomos podían predecir eclipses lunares con exactitud, sin embargo creían que la luna y el sol estaban acomodados en esferas concéntricas a la Tierra. La falta de información no los hacía menos inteligentes, solo más ignorantes. No poder comprobar sus teorías los obligaban a creer lo que proponían. 

¿Qué pasaría si un griego del año 2000 AC apareciera de repente en nuestra época y comenzará a defender el hecho de que el sol, la luna y todos los planetas y las estrellas eran quienes giraban alrededor de la Tierra? Podriamos explicar la evidencia de su error: las fases de la luna, el cambio de posición de las estrellas, las estaciones del año, en fin, explicaríamos cómo hace sentido el universo según todo lo que sabemos ahora. El griego antiguo probablemente tardaría en entendernos, pero seguramente terminaría por aceptar que todas las evidencias apuntan a que tenemos la razón nosotros, y bastaría con preguntarse cómo explicaría todos los fenómenos que observamos con la teoría Geocéntrica. No podría. Al final la manera en la que se explica con contundencia los fenómenos que vemos solo hace sentido si suponemos que la Tierra gira sobre su eje y alrededor del sol. 

De la misma manera, nosotros hoy en día, deberíamos de cuestionarnos lo que creemos, sobre todo cuando llega a nosotros evidencia nueva. Deberíamos, pero no lo hacemos. Y no estoy hablando de teorías sobre el funcionamiento del universo, sino de las más simples noticias que nos llegan. Sabemos a ciencia cierta que lo que se publica en Facebook o en Twitter no es digno de confianza, y sin embargo seguimos compartiendo las noticias más absurdas solo porque nos llaman la atención. Desconfiamos de la autoridad, y cuando nos muestran una declaración que confirma nuestras sospechas, sin importar si es falsa o no, la tomamos como verdadera y comenzamos a compartirla. No nos importa la verdad, nos importa que nos den la razón. No desconfiamos de nuestro conocimiento, primero definimos lo que queremos creer, y luego buscamos evidencia que justifique esa creencia. Empezamos al revés, y al hacer esto, bloqueamos lo que no queremos escuchar, y ponemos atención a aquello que nos haga sentir sabios. 

El problema de la desinformación no es la falta de información, es la negación a infórmanos. Es un problema complejo, porque hay mucha gente que se beneficia con esto. Hay muchos intereses económicos en mantener a la gente ignorante, y no siempre es por tener control o poder sobre ellos, ahora es muy común que lo hagan por negocio: “¿quieres seguir escuchando que la Iglesia Católica es corrupta y malvada? Dale click a esta página y yo te doy una noticia que satisfaga tu necesidad”. No les interesa lo que pienses, o que estés bien o mal con tus juicios. Lo que quieren es tu “like”.

¿Cual es el mejor remedio para salir de ese círculo vicioso? Escuchar otras ideas; otros puntos de vista. Cuestionar las ideas propias. Verificar absolutamente todo lo que leemos o escuchamos. Poner atención en los argumentos que se usan en discusiones, no en la persona ni las credenciales de esta. Buscar diferentes fuentes. Y esto es para disminuir las posibilidades de ser engañados. Pero hay una tarea más importante, entender a las personas que tienen opiniones diferentes a las nuestras. 

Una manera de desinformar a la población es inventar diferentes bandos dentro de la sociedad. Cuando logran convencernos efe que debemos escoger entre el equipo bueno y el equipo malo, siempre lograrán hacernos creer que luchamos por la causa justa y los otros solo buscan intereses personales a costa de nuestra desgracia. En vez de vernos como parte de una sociedad que lucha contra el control de unos cuantos, nos vemos como aliados de quienes nos controlan. Caemos en una ilusión que nos atrapa. Si analizamos bien esto es posible que descubramos los hilos en nuestras extremidades.

Lo más importante, a mi parecer, que debemos practicar es escuchar a los demás; de verdad escucharlos y poner atención a lo que dicen. Conocer las razones que tienen de pensar cómo piensan. El problema de hoy es que nadie quiere escuchar a otros, pero todos queremos ser escuchados. Lo que hacemos en vez de eso es buscar quién piensa igual que nosotros, encontrar razones para justificar nuestra opinión y excusas para desechar otras ideas. Organizamos grupos de Facebook para reclutar a más seguidores y sentirnos bien porque somos muchos y exigimos que se nos respete porque tanta gente no puede estar equivocada. Etiquetamos a quien no opine como nosotros, desvirtuamos cualquier cosa que digan y los culpamos de todos los males de la humanidad. 



Escuchando a otros es como podemos encontrar coincidencias. Encontrando coincidencias se puede discutir sobre la mejor manera de solucionar un problema, y llegar a acuerdos. No es fácil quitarnos las telarañas mentales y aceptar que el de enfrente puede ser un aliado e incluso tener razón en lo que dice, pero estoy seguro que es la mejor manera de superar nuestras diferencias. Todos tenemos derecho a opinar lo que queramos, pero si no argumentamos con solidez nuestras ideas, no podemos esperar que nos tomen en cuenta. Si no escuchamos las razones del otro para pensar lo que piensa, nunca podremos contrastar las ideas. Y si creemos todo lo que nos dicen solo porque suena bien y va acorde a nuestra ideología, perdemos completamente nuestra capacidad de formar un juicio propio, para terminar pensando como a otra persona le conviene que pienses. 

Sigues aqui


Hace tiempo que no veo tu rostro. Hace tiempo que no escucho tu risa. Hace tiempo que no juego contigo. Y sin embargo te siento presente. Noto algo que no he dejado de sentir desde que te conocí.

Parece que no estás, parece que nos dejaste, pero no es así. Cuando partiste, no te fuiste. Te quedaste con nosotros. Porque lo que nos diste lo dejaste aquí. El amor puro que nos regalaste no se acaba de pronto. Porque nunca vamos a ser como éramos antes de conocerte. Porque nos enseñaste tanto.

Te siento conmigo. Porque estás tatuada en mi persona, te quedaste, cerca de mí, dentro de mi pecho, en las sonrisas de cada día, en los juegos simples que dan alegría. En el ejemplo que imitaste. En las canciones que cantabas.

Te quedaste con nosotros, conmigo. Porque alguien que llenaba los sábados con su presencia no se diluye en el aire así nada más. Esa huella sigue presente y me sigue llenando el corazón, con cada abrazo cálido, con cada memoria indeleble. En las risas simples. Con cada salto en el aire, con cada mirada alrededor. Sigues aquí. Cuando disfruto de la compañía de alguien; mientras tomo café en las mañanas de domingo. Entendiendo letras nuevas en melodías conocidas. Pensando en ti cada vez que estoy contento. Gozando hasta las cosas más simples de mi día común. Aprovechando cada momento para ser feliz. Aquí estás. En el halo que aparece a veces a medio día. En la lluvia que disfruto viendo la ventana. Cuando veo tu rostro en mi memoria sin razón alguna. 


Siempre aquí. Siempre con nosotros. En nosotros, y nosotros en ti. Ni siquiera tengo que poner mucha atención, porque te encuentro a donde voy, porque no te fuiste. Sigues viva, Constancita.  



Recordando con amor a
Constanza Laborín Hernández 
2011-2018




You are still here

It's been a while since I last saw your face. It's been a while since I last heard you laugh. It's been a while since I last played with you. And yet I feel you present. I feel something I haven't stopped feeling since I met you. 

It seems like you're not here; it seems like you left; but you didn't. When you left you didn't leave. You stayed with us. Because everything you gave us stayed here. Your pure love was a gift that doesn't end suddenly. Because we're never going to be as we were before we met you. You taught us so much. 

I feel you with me because you are printed in me; you stayed, near me, inside my chest, in the everyday smiles, in the games that give us joy. In the lessons you learned. In the songs that you sang. 

You stayed with us; with me. Because someone who filled my Saturdays with her presence does not fade in the wind just like that. Your mark is still present, filling up my heart, with every warm hug, with every indelible memory. In the simplest laugh. With every jump in the air, with every look around. You are still here. When I enjoy someone's company; when i drink coffee on Sunday mornings. Understanding new words in known melodies. Thinking of you every time I'm happy. Taking a delight even in the simplest things of an ordinary day. Seizing every moment to be joyful. You are here. In the halo I sometimes see at noon. In the rain I enjoy watching outside my window. When i see your face in my mind for no reason at all. 

Always here. With us. In us, and us in you. I don't even have to try hard, because I find you wherever I go, because you didn't leave. You are alive, Constancita.


In loving memory of
Constanza Laborín Hernández
2011 - 2018


El cambio de AMLO

Ya estoy viendo los papeles invertidos. Los que antes criticaban al PRI por postular a Peña Nieto, por casarlo con La Gaviota para darle circo al pueblo, y por postular a candidatos tan limitados y ridículos como Carmen Salinas o Ivonne Álvarez, ahora salen a defender a los candidatos igual de ridículos y sin preparación que postuló MORENA. Su argumento, el más fácil de todos, “antes no te quejabas de aquellos, no exijas nada ahora”. El chiste se cuenta solo. 

Somos muchas las personas que jamás apoyamos las candidaturas absurdas de los partidos políticos; ni falta hace decir que tampoco les dimos el voto. Es absurdo defender a un actor de telenovela como diputado, o a un exfutbolista como gobernador, o a un ex boxeador para cualquier puesto de política. ¿Por qué si se quejaban de Carmen Salinas no se quejan de Sergio Mayer? ¿No es un cambio lo que querían? ¿Por qué ahora sí se conforman con basura?

El argumento más razonable sería “votamos por quien mejor va a combatir la corrupción, aunque no sea lo mejor, aunque tenga muchas fallas”; si esa fuera la respuesta, se entendería. Pero no, la respuesta es la defensa de la decisión absurda: no te quejes, ustedes votan por sus ineptos, y nosotros por los nuestros. Ante esta situación dan ganas de llorar de frustración. ¿No somos capaces de exigir lo correcto? ¿Tenemos que conformarnos con miserias? ¿Cómo esperamos realmente salir adelante cuando el empleado al que le pagamos hace un mal trabajo y en vez de reclamarle, lo protegemos ante las críticas, solo porque nosotros lo escogimos? 

Si somos tan miopes para reconocer lo malo solo cuando no es de nuestro equipo, no podemos aspirar a triunfar. En las elecciones pareciera que los ciudadanos nos dividimos en equipos según por qué partido votemos, sin entender que los verdaderos equipos son los políticos contra los ciudadanos. Nosotros los escogemos, nosotros les pagamos, nosotros les exigimos que hagan bien su trabajo. Si no nos atrevemos a criticarlos, que no nos sorprenda que nos sigan metiendo goles.

La razón por la que el PRI postuló a un candidato “ciudadano” y con mucha preparación, en lugar de un chango salido de su camada, fue por un intento desesperado de ganar confianza ante la sociedad. Sabían que los odiamos, sabían que si no hacían eso no tenían ni un ápice de oportunidad de ganar votos. Conocían el descontento de la ciudadanía y trataron de engañarnos mostrando una fachada limpia. Afortunadamente la menor parte del electorado les creyó.  Parece que no nos damos cuenta del enorme poder que tenemos como votantes. Gracias al desastroso trabajo del PRI fue que MORENA no tuvo que hacer más que el mínimo esfuerzo para arrasar en las elecciones. El PRI y el PAN no aprendieron del ejemplo de Nuevo León, donde el Bronco arrasó con 48% de las preferencias. Los ciudadanos estamos completamente hartos de los políticos que tienen secuestrado el poder y no hacen nada para mejorar las cosas. Y sin embargo, AMLO tampoco parece estar preocupado por la imagen de su partido. Al postular a personajes mediáticos en vez de personas preparadas no muestra el mismo interés que tenía en presentar a un gabinete destacado. Al no lanzar ni una crítica a Layda Sansores ni delinearse de ella, parece no importarle que se manche la imagen de MORENA. Siempre que la gente siga descontenta con el PRI y el PAN, él no tiene necesidad de hacer grandes cambios a la clase política actual.

Dicen que chango viejo no aprende maroma nueva. Si MORENA no aprende de lo que hundió al PRI a un lejano tercer lugar,  no puede aspirar a seguir triunfando como lo hizo el domingo. AMLO se supone que representa el cambio, pero todavía falta que lo demuestre con los hechos, si no, lo único que logró fue cambiar el nombre del partido en el poder. 


Pero ¿y los ciudadanos? ¿Aprenderemos maromas nuevas? ¿Aprenderemos a defendernos de nuestras propias decisiones? Si no nos atrevemos a exigir buenos candidatos, sin importar qué tan malo sea el del partido opositor, nunca podremos aspirar a deshacernos de la corrupción, sin importar qué redentor nos prometa venir a salvarnos.  


AMLO Fraude 2006


La estrategia de AMLO para engañar a la gente es mentir por adelantado. Lo hizo en el 2006 y le funcionó muy bien. Ahora lo está haciendo de nuevo. En 2006 salió a decir que de acuerdo a sus datos él había ganado la presidencia de la República por al menos quinientos mil votos (aquí el video de los dichos) , y que como él se había comprometido a aceptar la derrota, aunque fuera por un solo voto, exigía que respetaran su victoria. No habían pasado ni treinta minutos cuando salió a advertir que le querían “escamotear el resultado electoral”. También afirmó que iba a ser respetuoso del IFE y que iba a esperar a que hicieran el recuento, pero que iba a estar pendiente para que se respetara su triunfo. Quién pueda entender esto, que me lo explique. AMLO afirma que ganó según SUS datos. Luego dice que va a esperar a que el IFE dé los resultados, pero espera que le den el triunfo. ¿Cómo? Si los resultados no eran los que él decía tener, ¿tenían que ser fraudulentos?
Ya en campaña lo anunciaba a todas luces; decía que las encuestas que lo ponían justo por debajo de Felipe Calderón estaban amañadas, y que en las encuestas que él tenía llevaba al menos diez puntos de ventaja. Sin embargo, cuando le preguntaban quién había realizado esas encuestas se negaba a contestar. Con esto intentaba engañar a la gente que creía en él. Al decir que otros mentían y asegurar que él era honesto, se protegía de cualquier ataque: si yo no miento, quiere decir que los otros deben de mentir para poder acusarme. Una y otra vez le demostraron que faltaba a la verdad, y una y otra vez contestaba con la misma cantaleta: lo que más valoro yo es mi integridad, por lo tanto no miento y por lo tanto es falsa la acusación que me hacen. Y la gente que lo seguía le creía. Poco a poco se volvió un mesías poseedor de la verdad absoluta.

La causa principal por la que López Obrador logró engañar a tanta gente es por la reputación que tiene la gran mayoría de los políticos quienes se han dedicado a robar descaradamente durante décadas. Cualquiera que sea tan siquiera un poco menos corrupto que el político tradicional se puede jactar de no ser igual que ellos. Al no robar dinero directamente como lo hacen todos y, más aun, utilizarlo para mejorar la situación en que se encuentra una población, es lógico que mucha gente comience a confiar en él y a tenerlo en alta estima. Sin embargo, esto resultó en que las personas empezaran a verlo como una persona incorruptible, lo que muy pronto comenzó a comprobarse que no era así. 
Andrés Manuel, al sentirse moralmente superior a todos los demás, empezó a descalificar a quienes lo contradecían. Empezó a agrupar a las personas como “a favor” y “en contra” suyo. Quienes estaban con él eran quienes querían eliminar la corrupción, quienes estaban en contra debían estar a favor de la corrupción; y como mucha gente le creía (y le cree todavía) que este señor solo busca el bien para México, no cabía en sus cabezas que pudiera tener intenciones ocultas. Tal vez López Obrador no robe dinero, sin embargo eso no significa que no sea corrupto. Al descalificar a las instituciones cuando estas no le daban la razón, se veía a sí mismo como un revolucionario, pero no dudaba en estirar la mano para recibir recursos de esas mismas instituciones a quienes criticaba. Al no tener el respaldo del partido que lo postuló en dos ocasiones por la presidencia, salió de este para formar su propio partido, donde él tuviera el control absoluto, y poder obtener recursos de los impuestos que pagamos todos, igual que los partidos que él tanto criticaba. Aprovechar tu popularidad para engañar a la gente y salirte con la tuya también es corrupción. 
Cabe mencionar que los mayores culpables de que AMLO tenga tanta popularidad son justamente los otros partidos políticos, sobre todo el PRI y el PAN, quienes ganado la presidencia nunca combatieron la corrupción del estado ni de sus partidos. No hay excusa que puedan poner para justificar sus pésimas administraciones. Si bien el PAN fue considerablemente menos corrupto que el PRI, le sucede lo mismo que con AMLO, ser menos corrupto no significa ser buen gobernante, solo menos malo. Y a pesar de demostrar una y otra vez que los mismos problemas de corrupción que tienen el PRI y el PAN los tienen también los partidos que han representado a Andrés Manuel (PRD, PT, MORENA), la gente solo quiere saber que López Obrador está en contra del PRI y del PAN; para ellos eso es suficiente. 
Cuando en 2006 López Obrador perdió las elecciones no tuvo más que salir a decir que le robaron para que sus seguidores gritaran sin si quiera pedir argumentos que lo corroboraran. Todo lo que tenían que saber es que alguna vez hubo fraudes, eso es suficiente para creer en que esta vez también lo hubo. Cuando desmentían las pruebas que López Obrador había mostrado para demostrar el fraude, él decía que estaban corrompidos por la mafia del poder. Cuando acusó a una chica de su propio partido de traidora, esta salió a defenderse y a reclamarle la difamación, y tuvo que retractarse diciendo que ella no era la corrupta solo que había mucha corrupción; y nadie cuestionó el hecho. Acusaba sin fundamento porque sabía que eso es lo que importaba, la gente no iba a saber que mintió. Tenía a sus seguidores comiendo de la palma de su mano; todo lo que él decía, aunque contradijera lo que había dicho antes, era una verdad indiscutible. Lo peor de todo el episodio post electoral del 2006 es que a pesar de que AMLO gritó y juró que habían hecho fraude en su contra, nunca presentó una denuncia formal. Claro, para presentarla tenía que tener pruebas, y las únicas pruebas que había eran de inconsistencias, no de fraude. Impugnó actas, lo cual no es lo mismo que denunciar, y cuando se revisaron “no fueron determinantes para anular la elección”. Este tema es también importante: oficialmente, López Obrador no pedía que se le diera por ganador, y no afirmó que habían sido fraudulentas, lo que pedía era que se anulara la elección y se llevaran a cabo nuevas elecciones. Esto es algo que mucha gente no sabe, AMLO no aportó pruebas del supuesto fraude, solo señaló inconsistencias que a su parecer eran motivo suficiente para desechar la elección. 

Ahora López Obrador utiliza los mismos métodos de propaganda que los peores países autoritarios; jamás aceptar la culpa, jamás aceptar errores, descalificar a quién los acuse o los cuestione llamándolos traidores, y alabar a quienes los apoyen, aunque esté demostrado que son delincuentes. La gente en su hartazgo por la situación actual está dispuesta a aceptar lo que sea sin cuestionar ni un ápice, y Andrés Manuel sabe esto. Aunque el gobierno haga algo bueno en favor de la sociedad, Andrés Manuel solo tiene que criticarlo para que la gente que le cree esté en contra del gobierno. Aunque haga pactos con políticos corruptos, solo basta con que los acepte en su partido para que la gente se convenza de que ya no son corruptos (si AMLO los acepta es prueba suficiente de su reformación). Y es esto lo más peligroso que veo en estas elecciones. Estamos en un momento en que los seguidores de López Obrador ni siquiera escuchan razones, no quieren saber que AMLO pueda ser una mala opción, solo quieren que sea presidente, para ver a “los malos” caer. No se dan cuenta que para que esos “malos” caigan, primero se va a caer en pedazos el país, y los menos beneficiados serán ellos. Quienes lo apoyan no quieren cuestionar a Andrés Manuel. La gente quiere creer que cuando él gane las elecciones México va a ser mejor; la corrupción se va a acabar; los delincuentes dejarán de delinquir; los políticos van a trabajar desinteresadamente por el pueblo. Y cuando esto no suceda, Andrés Manuel solo tiene que culpar a alguien para justificar el fracaso. Cuando la pobreza no termine, solo tiene que apuntar a Estados Unidos y a la clase alta de la sociedad mexicana para que la gente tenga un nuevo enemigo a quién responsabilizar de su situación y tengan una razón para apoyar las ideas más disparatadas del autoritario líder. No importa que los hijos de Andrés Manuel vivan en opulencia, la gente no lo cree: AMLO no lo permitiría. No importa que su familia tenga un salario que pagamos todos los mexicanos y no sepamos lo que hacen, Andrés Manuel sí sabe y él dice que está bien. No están dispuestos a reclamarle absolutamente nada, y por eso AMLO va a poder hacer todo lo que quiera. 

Al igual que en la Unión Soviética, la verdad absoluta va a ser propiedad del líder. Aunque todas las pruebas y el sentido común apunten hacia otro lado, cuestionar al mandatario es sinónimo de traición, y nadie quiere ser traidor al pueblo; nadie quiere cuestionar al que habla por nosotros; y si alguien lo cuestiona, dirán que se vendió a los represores del pueblo, a los oligarcas, al imperio. Esto no es una predicción del futuro, es un hecho hoy en día. Ninguno de sus simpatizantes cuestiona las incoherencias de Andrés Manuel. Son fieles seguidores, ciegos creyentes. Ese es el verdadero peligro para México.

El aire de mañana

Hoy quise abrazar el aire, pero se escapó de mis brazos. Pasaba entre mis dedos. Se escurría por mi cuerpo. Traté de encerrarlo en mi pecho, pero me quedaba exhausto, y se volvía a escapar.

Logré encerrarlo en esferas de jabón, que reflejaban mi cara, y mis ojos, y luego estallaban. Y otra vez escapaba. Y pasaba el tiempo; yo tenía miedo del día de mañana. 

Lo vi rozar las plantas, las ramas, las flores, y quise resguardarlo para que no se perdiera, y se quedara aquí. Las plantas, las ramas, las flores no iban a durar siempre, y el aire no iba a estar aquí el día de mañana.

Corrí y el aire se volvió viento y me golpeaba la cara, y me decía “detente, no hay prisa". Pero sí la había porque mañana ya no estaría ahí. 

Entonces me detuve, y respiré. El viento se calmó y música empezó a sonar. Me di cuenta que era el aire dándome vida y alegría. No podía detenerlo, pero podía disfrutarlo, el tiempo que estuviera ahí. 

Gocé la melodía, refresqué mi cara, percibí el jazmín. Vi el jardín bailar y las aves volar. Y una vez más traté de sujetar al aire para que se quedara conmigo. Y huía de mí, y me volteaba a ver, quizá con lástima de mí, de mi soledad al siguiente día. 

El tiempo pasaba, la noche cada vez más cerca. Luna, no despiertes. Nubes, no se vayan. Sombras, no se alarguen. Sol no te apagues, que mañana se va una flor, y el aire con su perfume.  

Ocaso. Estrellas y oscuridad. Y el aire se había ido. Ya no volvería. Al amanecer no estaría aquí, y otro aire tomaría su lugar para que yo extrañara al que se marchó. Yo, solo. 

Pero ese aire fue bueno, y estuvo aquí. Y lo disfruté, todo el día, y más. Y se diluyó en la montaña, quién sabe dónde. Lejos.

Me quedé triste, y melancólico. Viendo a la distancia, cuando caí en cuenta del tiempo; corto. Mañana yo también me iré, como brisa que pasa, sin que nadie sepa el destino, ni cuándo regresa o si regresará. Y estaré con el aire, siempre, mañana, tocando el cielo, creando olas de mar, escapando de la espuma. 


Ayer ya se fue. Pero el sol brilla hoy. Yo estoy aquí hoy. Recuerdo el aire hoy. Vendrá otro mañana, pero eso no me quita que respire hoy.