El cambio de AMLO

Ya estoy viendo los papeles invertidos. Los que antes criticaban al PRI por postular a Peña Nieto, por casarlo con La Gaviota para darle circo al pueblo, y por postular a candidatos tan limitados y ridículos como Carmen Salinas o Ivonne Álvarez, ahora salen a defender a los candidatos igual de ridículos y sin preparación que postuló MORENA. Su argumento, el más fácil de todos, “antes no te quejabas de aquellos, no exijas nada ahora”. El chiste se cuenta solo. 

Somos muchas las personas que jamás apoyamos las candidaturas absurdas de los partidos políticos; ni falta hace decir que tampoco les dimos el voto. Es absurdo defender a un actor de telenovela como diputado, o a un exfutbolista como gobernador, o a un ex boxeador para cualquier puesto de política. ¿Por qué si se quejaban de Carmen Salinas no se quejan de Sergio Mayer? ¿No es un cambio lo que querían? ¿Por qué ahora sí se conforman con basura?

El argumento más razonable sería “votamos por quien mejor va a combatir la corrupción, aunque no sea lo mejor, aunque tenga muchas fallas”; si esa fuera la respuesta, se entendería. Pero no, la respuesta es la defensa de la decisión absurda: no te quejes, ustedes votan por sus ineptos, y nosotros por los nuestros. Ante esta situación dan ganas de llorar de frustración. ¿No somos capaces de exigir lo correcto? ¿Tenemos que conformarnos con miserias? ¿Cómo esperamos realmente salir adelante cuando el empleado al que le pagamos hace un mal trabajo y en vez de reclamarle, lo protegemos ante las críticas, solo porque nosotros lo escogimos? 

Si somos tan miopes para reconocer lo malo solo cuando no es de nuestro equipo, no podemos aspirar a triunfar. En las elecciones pareciera que los ciudadanos nos dividimos en equipos según por qué partido votemos, sin entender que los verdaderos equipos son los políticos contra los ciudadanos. Nosotros los escogemos, nosotros les pagamos, nosotros les exigimos que hagan bien su trabajo. Si no nos atrevemos a criticarlos, que no nos sorprenda que nos sigan metiendo goles.

La razón por la que el PRI postuló a un candidato “ciudadano” y con mucha preparación, en lugar de un chango salido de su camada, fue por un intento desesperado de ganar confianza ante la sociedad. Sabían que los odiamos, sabían que si no hacían eso no tenían ni un ápice de oportunidad de ganar votos. Conocían el descontento de la ciudadanía y trataron de engañarnos mostrando una fachada limpia. Afortunadamente la menor parte del electorado les creyó.  Parece que no nos damos cuenta del enorme poder que tenemos como votantes. Gracias al desastroso trabajo del PRI fue que MORENA no tuvo que hacer más que el mínimo esfuerzo para arrasar en las elecciones. El PRI y el PAN no aprendieron del ejemplo de Nuevo León, donde el Bronco arrasó con 48% de las preferencias. Los ciudadanos estamos completamente hartos de los políticos que tienen secuestrado el poder y no hacen nada para mejorar las cosas. Y sin embargo, AMLO tampoco parece estar preocupado por la imagen de su partido. Al postular a personajes mediáticos en vez de personas preparadas no muestra el mismo interés que tenía en presentar a un gabinete destacado. Al no lanzar ni una crítica a Layda Sansores ni delinearse de ella, parece no importarle que se manche la imagen de MORENA. Siempre que la gente siga descontenta con el PRI y el PAN, él no tiene necesidad de hacer grandes cambios a la clase política actual.

Dicen que chango viejo no aprende maroma nueva. Si MORENA no aprende de lo que hundió al PRI a un lejano tercer lugar,  no puede aspirar a seguir triunfando como lo hizo el domingo. AMLO se supone que representa el cambio, pero todavía falta que lo demuestre con los hechos, si no, lo único que logró fue cambiar el nombre del partido en el poder. 


Pero ¿y los ciudadanos? ¿Aprenderemos maromas nuevas? ¿Aprenderemos a defendernos de nuestras propias decisiones? Si no nos atrevemos a exigir buenos candidatos, sin importar qué tan malo sea el del partido opositor, nunca podremos aspirar a deshacernos de la corrupción, sin importar qué redentor nos prometa venir a salvarnos.  


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