El niño ateo



Normalmente cuando alguien me pregunta desde cuando soy ateo contesto que desde los 26 años. Esto es en parte cierto, pero en realidad es una respuesta muy simplificada. Fui católico  creyente durante muchos años, siempre tratando de entender más sobre Dios, la religión, los mandamientos de la Iglesia Católica, el pecado, el cielo y el infierno. Traté de entender la Biblia y tenía una filosofía personal muy amplia, y cada duda que me venía la resolvía meditando en ella o preguntando a algún sacerdote o seminarista. Para la edad de 18 años yo estaba convencido al 100% de la existencia de Dios y de lo que me habían enseñado desde chico. ¿Cómo fue, pues, que la duda le ganó a la fe?

En primer lugar tengo que decir que el proceso fue gradual. No me desperté un día sabiendo que Dios no existía. No tuve una revelación inmediata ni hubo algún evento que derrumbara por completo mis convicciones. Gradualmente fui cuestionando más y más temas (como siempre había hecho) hasta que llegó un día en el que decidí dudar. Hubo muchas preguntas cuyas respuestas jamás me dejaron satisfecho. Cuando tenía 24 o 25 años tuve una plática muy interesante con un sacerdote sobre la razón de que las relaciones premaritales fueran pecado. Discutimos y discutimos con argumentos razonables y al final me dijo "creo que desde ese punto de vista, no es pecado tener relaciones antes del matrimonio". Tengo que agradecer a ese sacerdote, de quien no recuerdo el nombre, por haberme escuchado, por haberme entendido y por haber cambiado su opinión aceptando que aquello que yo decía hacía sentido y tenía todo el derecho de creerlo. Esa discusión abrió una pequeña puerta para continuar cuestionando y dudando. Pronto me di cuenta de que muchas enseñanzas en la religión eran ilógicas, y me rehusaba a creerlas porque me parecían igual de ridículas que las creencias de otras religiones que le parecen ridículas a los católicos. Por ejemplo la creencia de que Dios es uno y tres a la vez. O la creencia de que Dios sabe todo, puede todo, pero permite tanto mal en el mundo. Que Dios existe desde toda la eternidad. Que un pedazo de pan se convierte en tu dios y lo consumes cada domingo, solo si estás confesado porque si no es un pecado aún mayor (lo que quiere decir que antes de consumir al Dios todopoderoso en el que crees, que es el bien supremo y que es la vida eterna, tienes que decirle a otra persona, calificada, las cosas malas que has hecho para que te conceda el perdón de Dios todopoderoso y eterno, y ahora si puedes ir a comer el pan que es Dios todopoderoso y eterno). Cuando le dices a alguien que no conoce la religión católica lo que crees, suena muy tonto.  

Entonces cuando vi que había muchos huecos y contradicciones en la misma religión que un Dios todopoderoso y eterno nos había enseñado, dejé de creer que Dios realmente era todopoderoso. Y así permití que la razón fuera la que predominara al momento de escoger las creencias que influenciaran las decisiones de mi vida. Dejé de justificar acciones incoherentes por darle gusto a un Dios que predicaba diferentes posturas a diferentes poblaciones. 

En un inicio no fui abiertamente ateo. Comencé dejando de darle importancia a lo
que no  me convencía dentro de la religión. En el año 2000 estuve de vacaciones en Roma, y en la Basílica de San Pedro en el Vaticano habían abierto la puerta santa, que se abre cada 25 años, y te decían que si estabas confesado y pasabas por esa puerta obtenías automáticamente indulgencia plenaria. La indulgencia plenaria, según me explicaron en el catecismo, es la eliminación absoluta de la penitencia adquirida por cometer un pecado; para ejemplificarlo, te decían que cometer un pecado era como clavar un clavo en una tabla de madera, y la confesión era como quitar el clavo de esa tabla, pero al quitar el clavo queda un agujero que no se puede eliminar, la indulgencia plenaria quita ese agujero. Así que yo, por haber pasado por esa puerta física en un templo, había librado muchas penas que había adquirido por mis pecados. Eso justamente fue lo primero que dejé de creer; así como concederle al papa sabiduría únicamente por ser el papa. La Iglesia y sus enseñanzas fueron las primeras víctimas de mi escepticismo. Las ridículas reglas que te exigen seguir para ser parte de su comunidad me dejaron de importar. Y así empecé a cuestionar no solo la religión sino todo aquello que no tenía sustento. Si no me podían explicar sus razones de manera lógica, no les creería nada. Se acabó eso de “Dios trabaja de maneras misteriosas”, o dejaba Dios de ser misterioso o le quitaba sus títulos de grandeza. 

Después de romper esa barrera que me había sometido durante tantos años a base de miedo y conformismo, seguí buscando razones para creer en lo que quedaba de mi fe. Esto lo digo sinceramente, yo quería seguir creyendo en Dios, pero me rehusaba a depositar mi confianza en ideas sin sustento. Pronto me di cuenta que no era posible comprobar nada que tuviera que ver con la religión, y pasé a ser un agnóstico. Caí en cuenta que no importaba si Dios existía realmente o no, porque no tenía injerencia en absoluto sobre mi vida. Dios no brindaba la ayuda que le pedía, ni me castigaba por los pecados que cometía. A Dios, de existir, yo no le importaba nada. Y aunque todavía quería creer en la vida después de la muerte, poco a poco esa idea también fue perdiendo color. 

Me convertí en ateo cuando, obligándome a exigir pruebas para cualquier idea que estuviera dispuesto a creer, vi que otras personas aceptaban razones ridículas para aceptar sus situaciones. Vi cómo gente pobre aceptaba injusticias en el nombre de Dios. Vi cómo sacerdotes corruptos justificaban sus acciones por ser cercanos a Dios. Vi cómo personas normales y, en casi todos los sentidos, racionales, justificaban su odio hacia otras personas por lo que decía la “sagrada” Biblia. Fue una revelación; se me abrieron los ojos y no podía dejar de verlo. Era abrumador entender lo absurdo de la religión. Todos tenían su propia idea, y todos estaban seguros de que su idea era la correcta. Ya no podía ignorarlo. Dios no podía existir. 

No puedo mentir, fue muy liberador quitarme esa benda de los ojos. Todo me hacía muchísimo más sentido. Cuando quité a Dios de la ecuación, todo cuadraba perfectamente. El mundo me parecía más hermoso justamente porque ya no había un creador cruel, ni un juez injusto. Ya no esperaba la solución a mis problemas, sino que la buscaba. Ya no me conformaba con las malas situaciones, sino que las resolvía, o las evitaba, no había razón para aceptarlas. 

Los más importante fue darme cuenta de que cuando era chico, era ateo. Lo veo ahora. Mis sobrinos, por lo menos los más chicos, son ateos. Ellos no conocen a Dios, y cuando tienen dudas existenciales (qué pasa cuando te mueres, por ejemplo), les parecen absurdas las explicaciones que les damos los adultos. Son más inteligentes de lo que les damos crédito. Y yo sé que yo también era así. Hacía las preguntas correctas, y las respuestas me parecían absurdas. Fue después que me convertí al catolicismo por adoctrinamiento de mis padres y de la escuela donde estudié, pero la duda estaba ahí. Fue a base de repetición y reproche por desobediencia que terminé por creer realmente lo que me decían. Para finalmente volver a ser ateo después de muchos años. Por fin el último personaje ficticio que me quedaba fue agregado a la lista de “mitología”. 

Por eso ahora, cuando me preguntan (normalmente con preocupación) si no voy a educar a mis hijos en la religión, la respuesta es simple: no. Un amigo mío me hizo una pregunta que me sacó carcajadas: “¿les vas a enseñar a tus hijos que el infierno no existe?” No sabia ni cómo contestar. Obviamente no. No les voy a enseñar nada que no exista. Así como tampoco les voy a enseñar que la tetera que orbita en el sistema solar no existe, ni que los osos no comen lasaña. Si mis hijos me llegan a preguntar qué es el infierno (suponiendo que lo escuchan en algún lugar), entonces sí les explicaré que es algo que no existe, y que es una idea que muchas personas creen que es real, pero que jamás han podido demostrar y que no tiene caso pensar en eso. 

A mis hijos les voy a hablar del dios católico de la misma manera que les voy a hablar del dios hindú, o de Rá, o de Thor. Y les voy a mostrar el mundo como es, así de difícil y bello. Como dijo Douglas Adams: “¿no es suficiente ver que un jardín es hermoso sin tener que creer que hay hadas en el fondo de éste?” No les voy a negar a mis hijos el lujo de vivir sin prejuicios ni miedos; de buscar respuestas, y de ver con claridad.


12 comentarios:

Unknown dijo...

vas a bautizar a tus hijos?

Fernando Garcia-Landois dijo...

Hay que tener cuidado con lo desconocido y la verdad. No porque no encuentres una respuesta, significa que no existe, no se si yo tenga la respuesta o exista alguien, pero es como me explicas la gallina o el huevo? Quien fue primero? Entonces como no lo puedo resolver no existen? Aunque alguien ya los vio? No concuerdo con la manera de pensar tuya al final, ya que siento que te estas contradiciendo a tu idea principal. Tus hijos al decirles que no existe el infierno, es exactamente lo mismo que decirles que existe. Si planteas algo tan bonito como la libertad de pensar porque opacarlo con lo contrario? Entiendo tu punto, pero debes de tener cuidado a que no se escuche en contra de la iglesia o la religion o DIOS, creo que lo que hay que recalcar es que dentro de tu educacion se te enseño a pensar, cual fuera la manera, diferente a los demas, pero era pensar y cuestionar y tu hacer tus propias concluisiones. No le quites eso a tus hijos, libertad de pensamientos, a lo mejor ellos encuentran la respuesta a tus preguntas, a lo mejor encuentran otras preguntas, pero si tu lado esta muy tendencioso a INSTRUIR no a dejarlos pensar. Creo que eso es lo importante, y como dice la frase, la verdad siempre gana. Dejalos que ellos encuentren la verdad, cual sea que sea.

José María Hdz dijo...

Hola Landois. Gracias por comentar. Voy a tratar de responder lo que entiendo que me quieres decir.
Entiendo lo que dices de la diferencia entre lo desconocido y la verdad. Yo no creo que porque no se ha comprobado que Dios exista este no existe. Yo no creo en Dios porque 1) las pruebas que dan no son convincentes 2) porque la Iglesia cambia de opinión con el tiempo, a pesar de proclamar durante siglos que ellos poseen la verdad absoluta ¿como es posible eso? y 3) no tiene sentido, cuando haces la prueba es lo mismo creer que no creer en Dios, nada cambia. Por lo tanto, creeré en Dios cuando haya alguna prueba convincente o haya alguna razón para creer, mientras haya tantos dioses y religiones tan diferentes uno de otro, no veo razón para creer en ninguno.
Ahora, como digo en el texto, NO voy a enseñarle a mis hijos que el infierno NO existe, ni tampoco que existe, ni que Dios existe ni que Dios no existe. No veo la importancia o necesidad de hablarles de nada de eso. Tu dices que no les debería de negar que lleguen a sus propias conclusiones, pero yo no pienso negarles nada; cuando tengan edad para pensar por sí mismos, que crean lo que quieran, pero me parece perjudicial hablarles de algo de lo que no tenemos pruebas a niños, porque son vulnerables. A los niños diles cualquier cosa y 99% de ellos te van a creer, porque confían en ti. Es por eso que en todas las religiones ves a gente completamente convencida, porque los enseñaron desde chicos. En ese caso yo te preguntaría si le vas a enseñar a tu hijo la religión musulmana, o la judía, o la mormona o la hindú. Porque ¿por qué le vas a negar la opción de que lleguen a su propia verdad?
En conclusión, yo creo que hablarle a niños, que no conocen nada, sobre algo de lo que no tenemos pruebas como si fuera la verdad absoluta ES no dejarlos pensar. Prefiero hablarles de filosofía, que aprendan a hacer las preguntas correctas, y hablarles de la ciencia, para que conozcan cómo se crea conocimiento y cómo las ideas cambian y teorías nuevas tumban teorías viejas, cuando encontramos nuevas evidencias, y qué hay teorías viejísimas que siguen vigentes porque no se ha encontrado nada que la contradiga; y que sea más difícil que los engañen, porque nunca van a creer solo por lo que alguien les diga.

José María Hdz dijo...

Adivina...

cheloguns dijo...

no se toma mucho en cuenta lo que pasa con alguien que desde pequeño lo adoctrinan, y luego cuando te pasa lo que a ti te pasó te quedas solo, y la enseñanza es que estar solo està maly es simbolo de vacìo y tristeza . aprecio y admiro mucho tu valentìa hacia esa soledad y ese gran salto, te recomiendo muchisimo a leer a Platòn y algo que a mi me gustò e hizo entender mucho es el libro de Caín, de Josè Saramago. te repito admiro mucho tu valentìa aprendo mucho con tus palabras un abrazo fuerte

José María Hdz dijo...

Primo, muchas gracias por esto que me dices. Reflexioné antes de contestarte, primero te iba a decir que no creía que fuera tanto “valentía”, porque una vez que te das cuenta de la realidad, ya no puedes ignorarla. Pero luego me di cuenta que tienes razón, los que decidimos no hacernos tontos y negar lo evidente tenemos el valor de negar qué hay vida después de la muerte, y que vamos a estar con las personas que murieron antes que nosotros. Y tenemos el valor de negar la existencia de un ser que es amor puro y que nos acompaña a todas horas en nuestros momentos más difíciles. Se necesita valor para renunciar a eso y para aceptar que todas las historias bonitas que creíamos son falsas. Como cuando dejamos de creer en Santa Claus.
Pero a pesar de la soledad que se siente cuando te das cuenta de que no hay un señor en el cielo que te entiende y que te ama, también la vida se vuelve más bonita, porque depende de ti, tu eres el propio dios. Y cuando te das cuenta de que esta es la única vida que tienes, y no hay nada más después de la muerte, se vuelve más importante cómo vives tu vida; porque es la única oportunidad que tienes de lograr algo.
Gracias por la recomendación, tengo un libro de Platón que no he leído, lo voy a poner en la lista, y el otro que dices de Saramago, lo voy a conseguir.
Saludos primo. Te mando un abrazo igual. Feliz año 2018.

Antonio dijo...

Me gustó mucho este texto. Sencillo y directo. Con pequeñas diferencias, mi desconversión al ateísmo fue más o menos igual a la tuya. Yo considero que me hice ateo a los 33 años, aunque claro, pasé por la etapa en la que la palabra "ateo" me parecía chocante y me definí como agnóstico, hasta que entendí que soy ateo sin dejar de ser agnóstico, no es un grado intermedio.

Un abrazo.

José María Hdz dijo...

Hola Antonio, long time no see. Gracias por leer y por comentar. Creo que la mayoría de los que no crecimos ateos y nos convertimos nos pasa algo muy parecido que es dudar poco a poco hasta aceptar que nada de lo que creíamos hace sentido. Tienes razón, el agnosticismo no se cancela por el ateismo, yo creo que también soy ambos, pero antes si estaba en duda, sobre si había dios o no, pero ahora no, ahora estoy muy convencido que jamás lo vamos a encontrar simplemente porque no existe.
Lo bueno es que no me da miedo cambiar de opinión.
Mucho gusto de saludarte. ¡Feliz año!

Rebeca dijo...

Hola! Me acordé de tu blog y dí con este texto porque en varios haces referencia a tu ahora ateísmo. Sentí cierta confusión de leerte, principalmente porque los argumentos que das son de la existencia de Dios ligados 100% a la fe y creo que ahí es donde hace falta mas estudio. Recientemente tuve una charla con una persona Ex-masona convertida al catolicismo, como me imagino sabrás, la masonería se creó en principio para atacar a la iglesia católica porque la iglesia no aceptaba los avances de la ciencia. Platicando con ella me dí cuenta de que cuestionar las prácticas de la iglesia, los mandamientos que “te hacen” seguir, juzgar a sus sacerdotes, etc. no tienen nada que ver con la existencia teológica de un Dios. Esta persona, después de mas de 5 años de estudios teológicos y filosóficos (obviamente no tenía nada que hacer mas que estudiar), encontró que Dios existe, un Dios personal, no un bien supremo como algunas religiones lo hacen ver. Pero lo que te convierte en alguien con o sin fe es precisamente eso: LA FE, la cual no es racional.

Enseñarles o no a tus hijos sobre Dios es algo muy personal, y como bien lo explicas tomaste la decisión de ser ateo a los 26 años, pero muy seguramente hubo situaciones de las cuales te ayudó creer en algo. El papá Francisco hace poco dijo que no tiene nada de malo dudar, sino no ir mas allá para buscar una respuesta. Sé que nada de lo que diga va a hacerte cambiar de opinión, entiendo tu hartazgo y lamento mucho no hayas encontrado una mejor forma de vivir tu fe en su momento y que no hayas encontrado a alguien mas
preparado para contestar tus dudas. Definitivamente les faltó explicarte que Dios te creó libre, libre para dudar, para estudiar, para hacer bien o mal. Ojalá encuentres lo que busques y no te quedes con una posición ta mediocre como el no creer en nada.

Saludos!

José María Hdz dijo...

Hola Rebeca. Muchas gracias por tu comentario.

Quiero decirte que mi respuesta a lo que me dices es tan extensa que decidí escribir un post exclusivamente para contestarte.

Espero tenerlo listo el día de mañana. Por aquí dejaré el link, pero obviamente será el post más reciente.

Saludos.

José María Hdz dijo...

Se me había olvidado publicar la respuesta a Rebeca, que escribí hace ya varios meses.

Saludos.

https://midevezencuando.blogspot.com/2019/05/ateo.html

Oscar dijo...

Que tal carnal, concuerdo mucho con lo que dices, por mi parte sigo teniendo fe en Dios,sin embargo, entiendo que las personas han aprovechado situaciones para adoctrinar o controlar de una forma al mundo por medio del castigo divino. Hay gente muy cerrada que hacen que uno cuestione la religión (que viene siendo mi caso) pero tampoco me enganchó y sigo con mis convicciones.

No me siento que lo sepa todo ni quiero abrumar a mis hijos que si o que no, aunque si les hago ver que sean buenas personas por medio del respeto y que pueden hacer muchas cosas sin perder la fe.

Que estés muy bien, te mando un saludo y un abrazo.