Cuestionar las noticias no hace daño

Filosofía no era mi clase favorita en la preparatoria. Y aunque muchas veces pienso que debí hacer un esfuerzo más grande cuando estudiaba por interesarme y entender lo que me querían enseñar, en este caso no creo que haya sido mi culpa. La clase de filosofía más bien era “historia de la filosofía”. Hubiera preferido que me motivaran a filosofar, a cuestionar, a reflexionar sobre causas y efectos de lo que nos sucede en el mundo y en nuestra vida. Ahora me doy cuenta de cuánta falta hace aprender filosofía, y lo importante que es hoy en día, más que nunca. Estamos conectados, el mundo entero, con un aparato que podemos llevar a todos lados; y lo que digo yo, o el presidente de Estados Unidos puede ser escuchado al momento por quien sea que tenga uno de estos aparatos. Las noticias abundan, son instantáneas. Las declaraciones son indelebles. La difusión de datos tiene un alcance sin precedentes. Y sin embargo no podemos asegurar que estamos mejor informados que antes. Las mentiras y los engaños también multiplicaron su propagación.

Recientemente estuvo circulando en Twitter y en Facebook un meme que decía que en Dinamarca si recibes apoyo social quedas inhabilitado para votar en las elecciones. Esto, a pesar de ser desmentido por la embajada de Dinamarca en Argentina, sigue circulando en las redes sociales. Algunas personas para defenderse al verse evidenciados por compartir información falsa como esta lo que dicen es ‘no importa que no sea verdad yo apoyo esa propuesta’. No se trata de que apoyes o no algo que es falso, o no, se trata de la manera en que te quieren engañar haciéndote creer que un país democrático con finanzas sanas, limita a sus ciudadanos que usan apoyo gubernamental para evitar clientelismo electoral.  Como ya he explicado antes, la verdad importa y mucho.  

La idea de inhabilitar a votantes que reciben un apoyo gubernamental se puede discutir ampliamente, pero no debe de estar basado en una falacia. Aunque no lo quieran aceptar los que cayeron en el engaño, creer que Dinamarca lleva a cabo esta política influye en nuestra aceptación de adoptar esta idea. Y aunque puede parecer inofensivo compartir este tipo de datos falsos, no es así. Acostumbrarnos a dar por hecho que la información que recibimos es confiable nos vuelve manipulables. 

Si el meme en vez de decir Dinamarca, hubiera dicho Venezuela, el impacto del meme no hubiera sido el mismo; o por lo menos no hubiera imantado a las mismas personas. Los de derecha, capitalistas, antiobradoristas, no hubieran tomado en serio la publicación, porque no hace lógica. Sin embargo, tampoco es lógico que en Dinamarca sucediera esto. Allá muchísima gente recibe apoyo del gobierno, simplemente porque pagan muchísimos impuestos, pero esto no lo ven como algo ilógico y hasta se atreven a decir que apoyan la propuesta. Nuestra capacidad de discernir lo que hace sentido se ve afectada por los patrones que vamos formando en nuestra mente. Perder esa capacidad nos puede meter en problemas. 

Tenemos una obsesión de recibir y compartir información lo más rápido posible constantemente, y esto nos lleva a no identificar la posibilidad de que sea falsa. Pero lo peor es el poco interés de verificar la información; estamos tan deseosos de que nos den la razón que aceptamos cualquier cosa que nos guiñe el ojo. Nos volvemos adictos al placer que nos causa “descubrir” el motivo absoluto por el que "nuestra democracia no es de primer mundo, como la sociedad de Dinamarca: desarrollada, amable, progresista y opulente". Nos engañan y nos dejamos engañar. Preferimos creer que tenemos la razón a descubrir si en realidad es así, y nos encerramos en nuestra burbuja, buscando quién piense como nosotros para sentirnos acompañados. Y cuando alguien nos muestra datos que contradicen lo que pensamos, terminamos enojados al grito de ¡fake news!


Urge hacer un hábito de verificar la información que nos llega, sobre todo en una época en que estamos inundados de datos, estadísticas, reportajes y noticias. Nos acostumbramos a evitar la fatiga, a leer solo los encabezados, a absorber sin filtro todo lo que está al alcance, a satisfacer esa necesidad de ratificación del mundo. Necesitamos ser más exigentes con lo que consumimos, hacernos preguntas que impliquen razonar si lo que estamos leyendo o escuchando tiene lógica. Es mejor saber que confiar. No debe de importar la cantidad de datos que procesamos, debemos preocuparnos por la calidad. Y preocupantemente hay quién piensa que la filosofía no sirve para nada.



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